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Félix Viscarret. Efe
Félix Viscarret presenta 'No mires a los ojos': «Todos los que vamos al cine somos un poco mirones»
Félix Viscarret | Director

«Todos los que vamos al cine somos un poco mirones»

Estrena este fin de semana 'No mires a los ojos', adaptación de 'Desde la sombra', la novela que Juan José Millás publicó en 2016, acerca de un mirón que acaba viviendo en un armario empotrado, atrapado por su curiosidad

Iker Cortés

Madrid

Sábado, 5 de noviembre 2022, 22:31

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Cuenta Félix Viscarret (Pamplona, 1975) que Juan José Millás ha visto 'No mires a los ojos' «más veces que nadie». Es la prueba «empírica» de que el escritor está contento con la adaptación que el pamplonés ha hecho de 'Desde la sombra', la novela que el autor y periodista valenciano publicó en 2016 a través de Seix Barral. Coguionizada por el propio Viscarret y David Muñoz, 'No mires a los ojos' sigue los pasos de Damián, un tipo más bien solitario al que da vida Paco León, que al ser despedido de su trabajo acaba escondido en el armario que transporta un camión de mudanzas. Cuando el mueble llega a su destino, Damián decide seguir escondido para conocer al matrimonio y la hija adolescente que tanto han llamado su atención.

-Una pregunta chorra, ¿por qué ha optado por cambiar el título de la obra?

-No es tan chorra. Ya existían películas o series con títulos idénticos o muy similares. Si algo no es el universo Millas es parecido a otras cosas. Que tuviera un título que se pudiera parecer al de un thriller que ya has visto, sería erróneo. Vimos que había que reflejar el carácter insólito de la obra y para eso qué mejor que utilizar parte de la canción de Golpes Bajos, que además de tener unos versos que reflejan muy bien elementos de la película, aunque no tengan nada que ver con ella (Escóndete en el cuarto de los huéspedes / Alguien te busca / Quédate a mi lado). Está hablando de dos personas condenadas a llevarse bien, que incluso pueden acabar enamorándose, pero es que además el título reflejaba mejor ese elemento inquietante y a veces poético que tiene la película. Por otro lado, está la prohibición. Cuando te prohiben mirar, lo que vas a desear es hacerlo. Y en una historia de voyeurismo, deseos y prohibiciones, nos parecía un título idóneo.

-No es la primera vez que adapta una obra literaria. Ahí están 'Patria' o 'Vientos de La Habana'. ¿Se siente especialmente cómodo en ese proceso?

-Yo soy de los que cree que la vida, como decía John Lennon, es lo que sucede cuando estás haciendo planes. Cuando nos preguntan sobre nuestra trayectoria vital y miramos atrás, yo creo que todos decimos: «No, esto ya se veía, porque desde niño me apasionaba el cine y la literatura y es normal que de algún modo inconsciente haya ido uniendo...». Pero no sé si es una interpretación que hacemos todos a posteriori, que queremos darle sentido a nuestra realidad narrándonos nuestra vida con un tipo de causalidad, o verdaderamente había algún plan oculto, el universo me estaba llevando por ahí. No sé cuanto hay de deriva o de trayectoria planificada. Lo que sí es cierto es que son tres autores que admiro, que cada uno de ellos tienen universos artísticos muy coherentes, con una coherencia en lo moral que espero que se nos pegue al resto de humanos, y que es un privilegio.

-¿Qué pensó cuando le propusieron adaptar la obra de Millás?

-Es como si te dicen que eres el primer astronauta que va a llegar a Marte y que tienes el honor o la responsabilidad de contar al resto de los terrícolas cómo es Marte. El universo Millás es otra galaxia, les tienes que narrar cómo es ese lugar con sus propias leyes de la gravedad. Es un reto apasionante, muy divertido, pero también es una responsabilidad.

-Es una novela que, al menos desde fuera, parece muy difícil de adaptar, sobre todo porque inicialmente transcurre en un espacio muy limitado y acotado y hay mucho de mundo interior. ¿Fue un caramelo o un regalo envenenado?

-A mí es que me gustan tanto las historias en las que el proceso mental o cerebral de quien las está viviendo es tan apasionante como la peripecia 'persé'... En el caso de 'No mires a los ojos' la aventura es insólita, empieza a complicarse hasta llevarnos a un lugar inesperado, pero el proceso mental no deja de ser menos inusual o sorprendente. A mí eso es lo que me fascina de la obra de Millás, que el plano de lo mental siempre está muy presente. Y aunque a mucha gente eso le parece una dificultad añadida a la hora de traducirlo a imágenes, yo creo que ahí radica su riqueza y por tanto me parece que es uno de los pilares que se deben respetar.

-La cinta habla de un tipo que tras ser despedido del trabajo acaba encerrado en un viejo armario que un camión de mudanzas lleva hasta una casa donde viven un matrimonio y su hija. ¿Le atrae la idea de fisgar otras vidas?

-A ver yo espero que la película enganche porque todos los que vamos al cine somos un poco mirones. Nos gusta mirar otras vidas. Pero diría que todos los seres humanos tenemos ese deseo de mirar porque sabemos que estamos limitados o condenados a vivir solo nuestra propia existencia, por eso nos atrae tanto esa sensación de cómo sería mi vida si estuviera dentro de esas otras vidas pero conservando mi identidad. Lo que no queremos nunca es perder nuestra identidad personal, pero si pudieramos estar dentro de esas otras vidas... Pues Juan José Millás nos lleva a un lugar donde no solo miramos, sino que nos da un empujoncito más y nos intoduce dentro de esas otras vidas. Hay también ciertos deseos de desaparecer del mundo, de llegar a un lugar donde estar tranquilos, protegidos, y a veces lo contrario, deseamos pertenecer a una familia donde sentirnos útiles, queridos, algo que dé sentido a nuestra vida. Esos deseos a veces son contrapuestos.

Dos fotogramas de la cinta y Félix Viscarret, durante el rodaje. Mikel Larrea
Imagen principal - Dos fotogramas de la cinta y Félix Viscarret, durante el rodaje.
Imagen secundaria 1 - Dos fotogramas de la cinta y Félix Viscarret, durante el rodaje.
Imagen secundaria 2 - Dos fotogramas de la cinta y Félix Viscarret, durante el rodaje.

-Y al mismo tiempo se deja ver una cierta amargura porque es un tipo al que nadie echa de menos.

-Es parte del humor irónico de Millás. Todos creemos que si desapareciéramos, el mundo se pararía. Somos vitales. Pero por desgracia, mejor veamos con humor que el día que desaparezcamos todo va a seguir igual.

-¿Cuando entró Paco León en el proceso?

-En una fase muy temprana. Recuerdo reunirme con los productores y hablar de quién sería la persona ideal para interpretar a este personaje que vemos que es un poco asocial, un poco solitario, y que por tanto puede tener una mirada un poco locoide. A veces podemos dudar de qué va a ser capaz, pero al mismo tiempo tenemos que acompañarle, quererle, sonreír ante los acontecimientos que padece o directamente reírnos de los lugares surrealistas a donde nos va a llevar la historia. Para esa mezcla, necesitábamos a alguien que navegara con soltura entre esas dos aguas y Paco León es muy inteligente, muy rápido, muy divertido, tiene unas dotes innatas para la comedia, pero en este caso eso tenían que quedar ocultas, casi escondidas, y mostrarnos más ese otro Paco León al que estamos menos acostumbrados. Pensamos que ese reto le iba a apetecer mucho.

-En ese mundo interior, Damián es entrevistado por dos tipos de periodistas muy distintos, uno más frívolo, interpretado por Juan Diego Botto, más cercano a la telebasura y al sensacionalismo; el otro, una figura de las más respetadas, Iñaki Gabilondo, al que da vida el propio Gabilondo. ¿Cómo fue contar con él?

-Fue muy divertido. Es importante cómo nos contamos a nosotros mismos nuestra vida. A veces, si nos sucede algo insólito, pensamos que esta proeza podría formar parte de una novela de caballería. A día de hoy, todo el mundo pensaría que habría que contarla en televisión y Damián tiene esa disyuntiva entre el periodista sensacionalista y el serio. Es muy divertido ese juego metalingüístico que funde realidad y ficción y que ya estaba en la novela. Que en la película se haya prestado el propio Iñaki para interpretarse a sí mismo solo demuestra que es alguien con mucho humor para reírse de una forma muy fina de la imagen publica que la población española tiene de Iñaki Gabilondo. Una cosa es ser tú mismo y otra es que te den un guion y lo interpretes con naturalidad haciendo de ti mismo. Eso es muy difícil. Iñaki puede ser uno de los periodistas más respetados, pero le propusimos esta aventura y entró en otra disciplina nueva para él con el espíritu de un niño que quiere seguir aprendiendo y disfrutando. Cada vez que le planteábamos un juego cada vez más surrealista, entraba diciendo que sí a todo.

-La cinta toca todo tipo de géneros: desde el drama, a la comedia, pasando por el thriller o incluso lo fantasmagórico. ¿Fue difícil encontrar el equilibrio?

-Hombre, es delicado, es algo que mides, mides y esperas que también conecten con el espectador todos esos elementos en su justa medida pero es que si te gusta el mundo de Millás, lo liberador que tiene es precisamente que te abre la mente y que no te presenta lo habitual para reconfortarte, no te da un thriller que sigue al pie de la letra los cánones. Hay momentos en los que eso te puede apetecer, pero otras veces lo que quieres es que te sorprendan, que te lleven de un sitio a otro y tu mismo no sepas exactamente cuál va a ser el siguiente paso. A Millás le gusta jugar en ese terreno y yo creo que a todos también nos gusta que no todo nos lo den mascado, que desde el principio no sepas cómo va a acabar la historia y que eso nos ayude a pensar en nuestros deseos y nuestras neuras.

Vídeo.

-Esa idea, la de darlo todo mascado al público, ¿es algo cada vez más presente en la ficción?

-Sí y es delicado. A veces cuando los proyectos pasan por un largo proceso donde muchas personas opinan, llegan los miedos de cada uno, 'ojo, que el espectador en cada momento sepa lo que está pasando', 'ojo, que entienda que esto es un género', 'que sea sota, caballo y rey'. Podemos caer en una tendencia peligrosa que es, en primer lugar, tomar al espectador como alguien poco inteligente y, por tanto, a estimularnos poco a nosotros mismos como espectadores. El otro riesgo es que caigamos en una especie de limitación o autocensura en el que nos obliguemos a seguir los propios cánones de cada género y nos ciñamos a unas normas que supongan dejar de experimentar y de despertar nuestra mente.

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