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Saludar a los abuelos y provocar una caída masiva en el Tour. Menuda ceporra. La mujer que el sábado causó la montonera y numerosas lesiones fue detenida el miércoles. El equipo alemán DMS puso una denuncia y la Gendarmería pidió ayuda para localizarla. El Tour ya ha dicho que retira la denuncia como organización afectada. Su imagen estaba clara. Una tía empanada metiéndose en la carrera a 45 kilómetros de la meta con un cartelón en el que ponía «Allez Opi.Omi!». Sus abuelos estarán orgullosos. Con el coronavirus se apela mucho a la responsabilidad personal. La de adolescentes o de quien sea. ¿Pero por qué íbamos a ser ahora mejores que toda la vida? Con el castigo se aprende. Seguramente los catalanes asilvestrados aprenderán más cuando les saquen los cuartos que han malversado que si los meten en la cárcel (aunque sólo la puntita).
De momento, este año la chica se lleva el título de la tonta del Tour (como Josita Hernán y Lina Morgan fueron La tonta del bote). Pero siempre ha habido tontos de estos. Idiotas incapaces de medir sus acciones. Ese comportamiento tiene gracia en 'El guateque' con Peter Sellers. O en 'Cosas de casa' con Steve Urkel («¿He sido yo?»). Claro que no tienes la intención de que Jasha Sütterlin y Marc Soler abandonen el Tour (el ciclista catalán llegó a la meta con los dos brazos fracturados). La multa inicial, si no hay petición de indemnizaciones o más denuncias, podría ser de 1.500 euros. Poco parece.
Hay tontos y más tontos todavía. Lo malo es que no se queden recogidos en su tontuna sino que actúen y echen al suelo un pelotón. Los tontos son peligrosos. Ya lo dijo Pérez Reverte, juntas a un malvado con mil tontos y tienes en el acto mil y un malvados.
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