Milagro en Bruselas
A LA ÚLTIMA ·
Lo que sigue siendo brillante en esta serie es la nómina de secundarios, en la mejor tradición cómica del cine español
La última temporada del 'procés' ha traído un giro de guion imprevisible, aunque algo descabellado. Los críticos le darán como mucho dos estrellitas. Rematar una ... buena serie nunca es fácil, como se vio con 'Perdidos' o 'Los Serrano', y en este caso los guionistas han abusado de la credulidad de los espectadores. Habría quedado mejor que al final todo hubiese sido un mal sueño de Artur Mas, pero los productores han preferido darle una postrera e inesperada vuelta de tuerca. Poco a poco, vamos intuyendo que el 'procés' acabará con el proscrito Puigdemont –al que todos creíamos desahuciado– saliendo triunfalmente de un maletero en Port Bou, medio en bolas y entre kilos de confeti, mientras los cuatrocientos procesistas amnistiados celebran su impunidad con generosos tragos de ratafía y vibrantes melodías de Lluis Llach.
Lo que sigue siendo brillante en esta serie es la nómina de secundarios, en la mejor tradición cómica del cine español. Durante los últimos días hemos descubierto a dos grandes actores, Santos Cerdán e Iratxe García. El primero nació en Milagro (Navarra), lo que da lugar a metáforas irresistibles pero demasiado fáciles. Veo a Santos en los despachos de Bruselas y me recuerda a Paco Martínez Soria, con ese aire perplejo que tenemos los de la Ribera del Ebro cuando nos sacan de nuestro hábitat y nos llevan a hacer recados a la gran ciudad. A Iratxe, en cambio, se le ve más mundo, otra soltura. En unos días ha pasado de atacar ferozmente a Puigdemont en la Eurocámara a hacerle la rosca con untuosa amabilidad, como un López Vázquez en versión femenina: «Caramba, don Carles, qué alegría verlo por aquí. Una admiradora, una esclava, una amiga...»
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