La tentación
Dijo Oscar Wilde que la única manera de librarse de la tentación es caer en ella. Todos hemos soltado anclajes y nos hemos entregado, ya fuera por hedonismo o por imbecilidad, en más de una ocasión, y hemos cruzado caminos que no nos correspondían a pesar de estar destinados al más sonrojante de los ridículos.
Quizá así se entienda esa pataleta de alto standing en la que Coalición Canaria ha convertido una riña de pueblo en Icod de los Vinos. Esa extraña, pero –afirman– necesaria– moción de censura con lo que toda la oposición se unifica para derrocar al alcalde nacionalista, segando uno de los núcleos municipales en los que la marca madre del nacionalismo electoralista de CC dominaba.
Una afrenta en la que Coalición no pudo dejar pasar la tentación de sacar pecho y revelarse como una fuerza trascendental en el frágil equilibrio parlamentario de la nación. La tentación de vender los bienes de la agenda canaria, ahora debajo de un manto tras los acuerdos conseguidos por Nueva Canarias; directamente reproducidos en los bolsillos de los ciudadanos, como en el ya famoso caso del descuento a residentes.
Coalición Canaria no pudo resistir la tentación de mostrarse como músculo para el Estado, y en un enésimo ejercicio de soberbia ignorar la capacidad de maniobra del Partido Popular canario y llamar directamente ante la puerta de Génova, donde solo la Policía Judicial ha debido tocar más que los nacionalistas en los últimos tiempos.
Decía hace poco un ejecutivo del PP de las islas que la inercia de las dos últimas décadas siempre mostraba en la foto a los de CC como ganadores, aunque se burlen en público, como lo ha hecho Fernando Clavijo, del papel real del arco parlamentario. En Icod no se sabe si ganarán, pero la tentación de hacer el ridículo no la han dejado pasar.