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Parece que José Manuel Soria se resiste a su desaparición política. Aún no ha transcurrido un tiempo suficiente para digerir su marcha del Gobierno provocada por los papeles de Panamá y ya carga contra Cristóbal Montoro. En términos políticos es una forma de volver a la primera línea en aras de que lo rescaten. La decepción de Soria es doble: cayó del Ejecutivo de manera inesperada y no pudo ir a un organismo internacional a modo de recompensa. Si no llega a ser por esa investigación periodística que le salpicó de rebote seguiría en el Ministerio. Al ir ahora Soria contra Montoro (hombre clave para Mariano Rajoy) es que ya todo le es igual y no le importa morir matando en términos políticos.

Al problema de fondo se suma que no fue transparente los días siguientes al gestionar su escándalo. Declaración sobre declaración que irritó más a La Moncloa. Con todo, lo más llamativo es cómo un itinerario político tan prolongado y laureado ha acabado de esta manera. La exigencia ciudadana con respecto a la transparencia es mayor que nunca tras la crisis económica. Sin embargo, los papeles de Panamá destaparon a un Soria muy diferente al que la exigencia de rigor exige la sociedad. Él, que fue un alcalde capitalino de mayorías absolutas y mandamás del PP en las Islas, se lanza contra Montoro a modo de un ajuste de cuentas.

Quién tendrá la verdad final entre ambos es, en cierta medida, indiferente. Lo suyo hubiera sido que Soria no hiciera motivos para estar en los papeles de Panamá y que, como mínimo, hubiese dimitido sobre la marcha nada más conocerse el escándalo. Tanto por sí mismo como por sus correligionarios que durante años estuvieron a su lado en Canarias. Esta marcha tan inesperada como escabrosa ha dejado una herencia para los populares isleños que llevará tiempo para que su actual líder pueda ir diluyéndola poco a poco en la memoria colectiva. Y que encima Soria salga justo estos días en los que se negocia una potencial entrada del PP al Gabinete regional, o es mucha casualidad o ganas de explotar al máximo el don de oportunidad. Si a esto le sumamos que en verano las noticias escasean, no cabe duda de que Soria se frotará las manos durante unas semanas en las que Montoro se acordará día y noche de él. El exministro busca una restitución o ser promovido de una forma u otra, el ostracismo se antoja duro tras tantos años de protagonismo. Y mientras tanto Rajoy pensará qué necesidad tenía de todo esto a la par que se preguntará en qué momento se trunca la confianza depositada por un presidente. Huele raro. Pero, tras los papeles de Panamá, es más de lo mismo.

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