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La barra libre nacional

Martes, 26 de septiembre 2017, 09:38

Hubo un momento no tan lejano en el que la izquierda comenzó a coquetear con el nacionalismo catalán (CiU y ERC) como única manera de hacer viable una alternativa a la mayoría absoluta de José María Aznar. Entonces pintaba mal para que se produjera un cambio en La Moncloa a favor del centroizquierda que fuese rápido. Y desde Ferraz se temía que Aznar (o el sucesor por él designado) se quedará por un largo tiempo de estancia presidencial amén de una evolución de la economía que iba como un tiro. El 11M y, sobre todo, el recuerdo de la Guerra de Irak, lo precipitó y lo cambió todo. Pero el PSOE se alió con la regeneración catalana como modo para sortear las apabullantes victorias en escaños del PP en las dos Castillas. El interior contra la periferia, el centralismo frente a las fórmulas diversas que anhelaban probar nuevos estatutos de autonomía. Y, claro está, las clases medias tragaban con lo que fuera al tiempo que se endeudaban, adquirían una segunda propiedad y, con todo, les sobraba algo del crédito suscrito para irse un par de semanas de crucero.

Hoy por hoy las demandas ciudadanas son otras. Y, ciertamente, más elevadas. Y ese centrismo, esas capas sociales tendentes a la prudencia, exigirán al PP y al PSOE al calor del pulso independentista una contestación uniforme al amparo constitucional de 1978. ¿Pero electoralmente luego le es indiferente a populares y socialistas? Probablemente el premio no sea igual. La posición más delicada la tiene Pedro Sánchez que tendrá que bascular entre la lealtad al Estado, el Ejecutivo de Mariano Rajoy a efectos prácticos, y la necesidad de terceras vías (más allá incluso del federalismo) que ya se encargará hasta Pablo Iglesias de recordárselo.

A medida que avanza la semana se intensifica la organización policial de cara a un 1de octubre que, a buen seguro, supondrá una jornada embrollada. No hay diálogo. Solo judicialización del conflicto. Es más, se especula con que Carles Puigdemont pueda ser detenido si proclama la independencia unilateral. Todo se complica. Y adquiere tintes muy kafkianos. Y salvo algunas declaraciones de Zapatero, asombra el silencio de los restantes expresidentes del Gobierno. Es el momento de dejar actuar a Rajoy. Pero la realidad es la que es: en función de qué depare el domingo la trascendencia de la jornada está garantizada. Y las cargas policiales, de haberlas, no servirán de nada. La paz producto de la represión deja siempre, y digo siempre, las problemáticas latentes. Sin generosidad no hay salida. O, quizá, en este caso, ya no la haya. Que sea tarde, demasiado tarde, para atisbar consensos territoriales.

Columnista de

CANARIAS7

Opinión

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