La amnistía fiscal
A veces una palabra, como resulta con amnistía, puede invocar los mejores deseos. No es un término neutro. Amnistía se asemeja a perdón. Y ahora que justo recordamos los cuarenta años de los primeros comicios generales en plena Transición, amnistía suena bien. Quizá todavía más para los mayores. Pero la amnistía fiscal es otra cosa. No la asociamos con las urnas sino con los peores estragos de la crisis de la eurozona. A Cristóbal Montoro para ser más exactos que defendió como necesidad política (¡hace falta liquidez!) un gran desgarro moral. Se esforzó mucho Montoro en explicar lo inexplicable. Nunca ha sido un buen comunicador, y encima la tarea era ingrata. Él la ejecutó como titular de la cartera de Hacienda y Administraciones Públicas, pero tuvo el visto bueno de Mariano Rajoy. Montoro es más técnico que político y eso seguramente le valió que Rajoy contara con él, tras ser también ministro de lo mismo en la segunda legislatura (la de la mayoría absoluta) de José María Aznar.
El conjunto de la oposición echó en cara al Ejecutivo lo que aquello suponía, pero mediante decreto ley desdeñó la injusticia que implica que unos paguen mucho menos que otros evitando el peso de la ley. Rajoy apeló, quisiera o no, a la ética de las responsabilidades; algo así como es lo que hay y no queda otra en este trance de urgencia en el que la troika amenaza con la intervención total de las cuentas públicas. Una catástrofe de la eurozona alimentada por la inacción del Banco Central Europeo que no ejercía en aquel momento de prestamista de última instancia.
Montoro tendría ahora que dimitir. Por aquello del decoro que debe tener el encargado de las arcas nutridas por nuestros impuestos. Pero no lo hará. Jugará a que pasen los días y se evapore la estela de la sentencia del Tribunal Constitucional, que en realidad no tiene efectos prácticos sobre los que regularizaron sus obligaciones en su día, y nadie recuerde las desfachateces que se cometieron en 2012 invocando lo extraordinario de la situación. Es más, el Alto Tribunal no acepta que se aprobara por decreto ley la amnistía fiscal. Pero el debate y la indignación ciudadana no se centra tanto en el instrumento normativo empleado sino en el fondo de una medida claramente injusta.
Mientras en Alemania un ministro dimite por plagiar la tesis doctoral, en nuestro país nadie hace nada si le tachan en público. Y no cabe duda que un pronunciamiento del Tribunal Constitucional es para tomárselo muy en serio. Sin ir más lejos, el que fuera titular de Interior en época de Felipe González, José Luis Corcuera, dimitió cuando el Alto Tribunal declaró inconstitucional un apartado de un precepto de aquel texto catalogado coloquialmente como ‘ley de la patada en la puerta’. Corcuera, que ha generado mucha polémica por último en las redes sociales a cuenta de sus intervenciones como tertuliano en televisión, tuvo un gesto que ahora procede recordar. Y la amnistía fiscal en plena crisis tuvo igual o más importancia que aquella Ley de Seguridad Ciudadana de la década de los años noventa. Con todo, Montoro seguirá.