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You’ll Never Walk Alone

Martes, 4 de junio 2019, 07:06

Y el Liverpool por fin regresó al lugar que nunca tuvo que abandonar. Y Klopp por fin ganó lo que se le llevaba años resistiendo. Es un matrimonio especial el del entrenador alemán y el conjunto inglés. La pasión, el desenfado, el hambre y el amor por el fútbol une a dos piezas que encajan a la perfección. Como lo hiciera en su día Guardiola y el Barça, Setién y la UD, o Simeone y, todavía hoy, el Atlético. Mismos valores, misma filosofía e idéntica sintonía. El sábado Jurgen rompió la maldición y alzó su primer trofeo continental después de tres finales perdidas. Lo hizo en un partido sin mucha historia y demasiado trabado entre dos equipos con miedos por las heridas recientes en el caso de los reds, y cauto por la altura de la empresa por la parte que le tocaba al inexperto Tottenham.

Y es que el conmovedor conjunto de Pochettino nos volvió a enseñar, como hiciera antes Inter, Chelsea o Madrid, que en la Champions no hace falta ser el mejor para llegar hasta lo más lejos. Los de Londres fueron inferiores ante el City y el Ajax. Pero ellos pasaron y sus rivales, a pesar de haber puesto más fútbol, se quedaron en el camino. El valor doble de los goles fuera de casa, el árbitro, el VAR, los palos y el punto de inspiración en el momento concreto. Aspectos que se imponen al merecimiento en el verde cuando en solo 180 minutos se decide todo. En eso se diferencia la magia de esta competición de la regularidad de la Liga. En la primera, la emoción es la seña de identidad y los pronósticos se rompen continuamente. En la segunda, siempre reina el mejor, con exasperante monotonía en demasiados casos.

Nada de eso quita que el Liverpool haya sido merecidísimo campeón. Lo que hizo en Anfield a este Barça que Valverde se ha empeñado en empequeñecer fue heroico. No se hundió tras el contundente e injusto 3-0 de la ida y sin sus mejores jugadores completó una remontada que ya es historia de este deporte. Lo que hubiera sido una desgracia poética para el rock and roll de Klopp, hacer 97 puntos en la Premier para ser segundo e irse goleado y previsiblemente muerto del Camp Nou jugando mejor que los azulgranas, lo arregló en una de las mejores citas que Anfield, uno de los campos que más historia ha vivido entre sus paredes, puede contar.

Y, de paso, curó la herida del año pasado en Kiev. La lesión de Salah y el show de Karius marcaron una de las finales más surrealistas que se recuerdan en la Champions. El infortunio se había apoderado de un club que desde el resbalón de Gerrard se sentía maldito a pesar de obrar en el buen camino. Pero el fútbol ha sido justo y el Liverpool regresa a lo grande entonando el You’ll Never Walk Alone por toda Europa.

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