¿Votantes o hooligans?

No deja de ser curioso leer los comentarios de algunos lectores a noticias o artículos de opinión. Buena parte ponen el foco en el periodista o en el opinador. El tema o la reflexión que haya querido plantear es lo de menos. Normalmente lo que diga, sea lo que sea, se usa de excusa para atacar al autor. Lo etiquetan y le disparan. Si el sujeto de turno critica al rey emérito, entonces los que lo leen deducen con cierta simpleza que vota a Podemos, a la CUP, al PCE o al independentismo canario y sienten que tienen veda libre para reprocharle su ideología. Aunque no dé pistas de a quién vota. Da igual. No se les pasa por la cabeza que pueda ser un monárquico decepcionado, por ejemplo. El que comenta se cocina el plato a su gusto. O bien opta por echarle en cara el típico 'y tú más' a los que él o ella interpreta que son los amigos políticos del periodista o articulista.

En eso, la política, y los que la siguen, se parecen cada vez más a los ultras o hooligans de los clubes, esos que no son capaces de ver un penalti en el área propia y que se arrodillan por unos colores por más que lo que les ofrezca el equipo no sea precisamente buen fútbol. El mítico 'viva el betis manque pierda' troca en algo así como viva el PP, PSOE o CIU por más que nos roben. Si son de los míos, bien robado está. En eso nos queda un poso, o más que un poso, de aquella España que tan magistralmente retrató Miguel Delibes en 'Los santos inocentes'. Todo por el señorito aunque me patee el trasero. Con masas así de entregadas a la causa, incapaces, en muchos de los casos, de hacer un juicio crítico de los suyos y de sus propios actos, la peor generación de políticos de la historia de España campa a sus anchas.