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Las modas suelen ser pasajeras. En ocasiones alcanzan cotas inimaginables, hasta convertirse en burbujas que, una vez se pinchan, se desinflan como globos. Recuerdo que ... en los años noventa una de las modas auspiciadas por las instituciones públicas canarias fue el golf. Se vendió que era un deporte al alza y que las islas eran un lugar idóneo para practicarlo gracias a la benigna climatología que impera todo el año. Decían que iban a venir torrentes de turistas a jugar al golf. Incluso, creo recordar, algunos de los gerifaltes decía, sin ruborizarse, que Canarias tenía posibilidades de convertirse en sede de la Ryder Cup, el torneo en el que se enfrentan los mejores golfistas europeos contra los norteamericanos. Aquel bluff pasó y buena parte de aquellos campos de golf que se construyeron hoy son eriales o no existen.
Ahora, una de las modas más pujantes es la de la gastronomía. Salen debajo de las piedras cocineros que se creen o aspiran a ser estrellas Michelin. Y como las setas en un otoño lluvioso proliferan los críticos, los 'influencer', los 'blogueros' y demás eminencias especializados en este sector. Cada uno que se gane la vida como pueda y sepa. Otra cosa es que el dinero público se destine para sostenerlos. La pasada semana escuché en un informativo de la Televisión Canaria a una especialista que vino a Gran Canaria, pagada con dinero de todos, para hablar de quesos. El corte emitido consistió en una sucesión de tópicos y afirmaciones como que una tabla de quesos con uno solo local no está bien o que uno maduro no se puede cortar en cuñas.
Cuando se pinche esta burbuja... las caídas serán de órdago.
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