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Una voz, un sentimiento

Viernes, 19 de enero 2018, 08:10

Era la voz de Los Gofiones, el alma, el sentimiento de una formación que ha sido santo y seña del folclore canario desde su nacimiento hace ahora medio siglo. Se fue Perico Lino (Las Palmas de Gran Canaria, 1931), uno de los grandes solistas de nuestra tierra que llamaba la atención y encandilaba solo con hablar. El líder de una gran generación de creadores que ayudaron a que la música tradicional de las islas pasara de la clásica parranda a los grandes escenarios pero sin perder su esencia y, sobre todo, su sentimiento.

Como decía su discípulo, Víctor Batista, «creció al amparo de los sonidos de la posguerra española» y lo hizo con la humildad y buena fe de la que carecen muchos de los más grandes.

Desde su barrio de Arenales y siempre acompañado de sus ocho hermanos, Perico Lino fue reconocido con el honor de Hijo Predilecto y Medalla de Oro de Gran Canaria, hito que compartió en la intimidad con sus cuatro hijos y su mujer y fiel compañera María Ángeles Suárez, conocida por todos como Maruca.

Ahora, su ausencia deja a todos los amantes de la tradición con un vacío en el alma, sin escuchar esa guitarra que siempre llevaba a todos lados para arrancar con alguna isa folía o malagueña y deleitar a todo el privilegiado que pudiese disfrutar de ese momento. Pero no es un hasta siempre, todo lo contrario. Perico Lino nos deja su obra, sus cientos de actuaciones dentro y fuera de nuestras fronteras y que han sido inmortalizadas en numerosos vídeos y discos que siempre quedarán en el baúl de la historia del folclore canario. En especial, ese trabajo llamado Homenaje a Pedro Lino que a buen seguro arrancará más de una lágrima a los que lo escuchen para homenajear a esa voz legendaria.

Es momento de recordarle, pero también de reivindicar el homenaje que merecen muchos de los grandes de nuestra cultura, que parece que hay que esperar a que nos dejen para aplaudir su obra. Me vienen a la mente los Totoyo Millares, Elfidio Alonso, Domingo el Colorao y otros tantos que han dedicado su vida a la tradición y que, tengo la sensación, de que no se les ha reconocido de manera justa.

Con el permiso de Los Gofiones, hago mía esta frase: «Imposible será borrar su presencia. Una presencia que nos acompañará para siempre y muy especialmente en el año que sus Gofiones comienza a celebrar su medio siglo de vida. Le faltaron tan solo unos meses, tan solo unas semanas...».

Descanse en paz maestro.

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