Trump y el protofascismo
Primera plana ·
La toma del Capitolio por una turba ingobernable refleja el derrumbe del viejo orden, de la dinámica de los partidos clásicosCuando Donald Trump no reconoce el resultado electoral y su derrota en las urnas legítimamente verificada, cuando Vox pretende ilegalizar distintos partidos políticos (léase por ejemplo el PNV) como mensaje de cabecera en la campaña de las últimas elecciones generales del 10N y cuando Matteo Salvini envalentona la xenofobia, la democracia tal como la entendemos está en peligro. Es frágil y, por ende, reversible. Lo que creíamos seguro, de repente, se desvanece. No es la primera vez: las democracias liberales caracterizadas por el débil parlamentarismo del periodo de entreguerras europeo sucumbieron frente al nazismo y el fascismo. La Historia no se repite pero rima.
La toma del Capitolio por una turba ingobernable refleja el derrumbe del viejo orden, de la dinámica de los partidos clásicos que, en este lado del Atlántico, lo personificaban los socialdemócratas/socialistas y democratacristianos/conservadores. Es producto de las secuelas lacerantes de la Gran recesión de 2008. El fascismo no nace de un día para otro, se va gestando poco a poco al calor de la desigualdad social, el miedo y el desempleo galopante. Sin Estado del Bienestar no hay clases medias, y sin estas no concurre una democracia representativa digna de mención. Lo que aconteció en Washington D. C. ha sido la voladura de las instituciones ante la opinión pública internacional. Puro golpismo posmoderno cuyas ramificaciones se expanden y se manifiestan, no siendo menos, en chats de militares alentando una insurrección en España. Están en la reserva o jubilados pero hasta hace casi nada tenían mando en plaza en los cuarteles.
Por otro lado, a Trump le han suspendido su perfil en las redes sociales, para él será censura, y resulta significativo: ya no hay que ir a los estudios de Televisión Española para perpetrar una asonada y paralizar la vida en la calle. Los formatos van mutando y Trump ha sabido sacarle jugo en pos de su causa ya derrocada por la voluntad popular.
Recalco, el daño está hecho. Y una de las nociones primordiales de la democracia es la alternancia pacífica en el poder, y esto ha quebrado en Estados Unidos. Justo en el imperio que daba lecciones democráticas a medio mundo y exportaba su modelo al compás de intervenciones militares, cumpliendo o no la legalidad internacional. En España tenemos el peligro de Vox que ha aprovechado la pandemia para azuzar a sus votantes. La ultraderecha no se detiene. Y tachan de ilegítimo al Gobierno de coalición de izquierdas, el mismo vocabulario de Trump. Con ese lenguaje, viene enseguida la trifulca. El PP debería reflexionar sobre su situación actual que, salvando las debidas distancias, hoy por hoy se asimila en parte a la de los republicanos estadounidenses. Con el neofascismo no se puede entablar fórmulas que defiendan el sentido de Estado. Los acontecimientos en el Capitolio pueden suponer un tsunami antidemocrático en otras latitudes. A Trump solo le falta que el Ejército se ponga de su lado o contar con la complicidad del empresariado más empoderado. La democracia es, a todas luces, rompible; hay que preservarla.