El tiempo pasa, las mordidas vuelan, los audios delatan, los gritos son cada vez más desagradables, los insultos la tónica y los nervios propios de esta época, una bonita costumbre a la que uno asiste atónito.
Dicho esto, entre tanta golfada, y casi como quien no quiere la cosa, la UD Las Palmas, nuestra querida Unión Deportiva, está cada vez más cerca de cumplir el sueño del ascenso. El gran García Pimienta, al que le quedan menos jornadas para ponerle una calle en Siete Palmas, o donde guste, ha conseguido armar un equipo temido y temible, un bloque como hacía años que no veía el respetable del Gran Canaria.
No es un tema menor, teniendo en cuenta la tónica en la que había entrado el equipo tras el último descenso, aunque eso ya es un lejano recuerdo. Ahora la ilusión está por las nubes, la afición acude en masa, los jugadores lo dejan todo y la defensa, al fin, es de una muralla donde se estrella el contrario, como indica el bonito himno amarillo.
Hoy Siete Palmas se va a hundir unos centímetros. Por un lado, ese animal artístico de apellido Quevedo estará en el Gran Canaria Arena animando al personal, que no esperó a que salieran las entradas para arrasar con ellas. Por otro, los pupilos de Pimienta, seguramente deseando despacharse pronto al Malága para poder llegar a la última de Quevedo, que será la mejor.
Gran Canaria, al menos en materia deportiva, es una fiesta. Y eso hay que disfrutarlo, festejarlo y cuando llegue el momento lanzarse a la calle para confirmarlo. Vaya cogiendo sitio en la plaza de La Victoria. Este año no se escapa.
