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Mientras que el primer ministro de Portugal, António Costa, dimite ante la sospecha de corrupción y el anuncio de que será investigado en un presunta trama de tráfico de favores, dos años después de haber barrido en el país con una mayoría absoluta aplastante, en España el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sigue tejiendo la tela de araña necesaria para mantenerse en el poder, a costa de dar concesiones que rechazaba hace nada.
El país luso volverá a elecciones sin ningún temor mientras en este país están la práctica totalidad de los partidos atrincherados tratando de evitar una nueva cita electoral, que a más de uno le puede costar varios diputados e incluso la representación en el Congreso, como es el caso de CC. Así que casi todos entran en el juego de los pactos y aceptan lo que sea al fin de evitar de nuevo las urnas.
Solo el PP se ha manifestado a favor de una repetición electoral que, en mi opinión, es el mejor de los males después de que populares y socialistas hayan sido incapaces de sentarse a negociar un pacto de estado, de interés para todos los españoles. Un acuerdo de gobernabilidad que empiece a preocuparse por dar solución a los problemas de los españoles. De todos, con independencia de si los representa en el Congreso de los Diputados un partido capaz de sumar y dar mayorías u otro, que no es clave para la gobernabilidad del país.
Sánchez dijo en alguna ocasión que anhelaba los resultados de Costa en Portugal, su mayoría absoluta, para poder gobernar sin ataduras. Ahora, que ha sellado su acuerdo con Junts, podría volver a mirar a Portugal para darse cuenta de que en ocasiones hay que ser honesto y aceptar una derrota en lugar de seguir hacia adelante a cualquier precio.
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