Borrar
Vea la portada de este jueves 27 de marzo

«¡Salga de la cueva Artiles!», me espetó un profesor de otro tiempo ante medio centenar de compañeros antes de apostillar: «si no suaviza ese acento poco futuro tendrá en Madrid». Sin que me desanimara aquel carcamal de la Castilla profunda que vocalizaba tan bien, yo ya tenía claro que no me iba a quedar en Madrid después de acabar la carrera. La nostalgia del olor a mar, también el apego a mi familia, y el sonido del viento eran más poderosos que la ambición de intentar triunfar en la capital. Y eso que en Madrid lo que menos hay gente de allí, circunstancia que hace que nadie se sienta más forastero que los demás en la gran urbe. Aquel profesor, como todos los que defienden al indivisible reino, despreciaba las múltiples identidades que habitan en este país, la idiosincrasia de esos lugares y sus particularidades.

Otro, también con ansias de ganarse a la grada con un chiste fácil, llegó incluso a afirmar que en mi tierra, esas islas junto a África, aún nos traen las cartas en camello. En ese momento, vocalicé mejor que nunca seseando con cuidado para que todos me entendiesen, para negar aquello que el maestro había afirmado como un dogma. Entenderán que no saqué matrícula de honor en su asignatura.

Hace más de una década de aquello y no sé cómo se las gastarán ahora los estudiantes de Salamanca, Madrid o de donde sean; aunque sospecho que, por mucha competencia que les espere al finalizar las carreras o por mucho que pueda complicarles los diferentes planes estudio, ni las novatadas más inmisericordes deben de ser comparables a la discriminación o burla por el lugar de donde vengas o por tu forma de hablar.

Y es que toda forma de hablar que se aleje del acento que supuestamente se considera neutral (básicamente, el castellano del centro de la Península) hace fruncir el ceño a algunos porque no son serias o válidas. Incluso hablar como lo hacen en las zonas alejadas de los centros de poder puede ser considerado pueblerino y propio de gente inculta. También se desprecia el acento con connotaciones xenófobas.

Por actitudes como esas, flaco favor nos hacemos los canarios intentando disfrazar nuestra identidad. Renunciando muchas veces al acento, censurándonos o intentando cecear de forma impostada para no parecer de aquí. O de forma también ridícula, para parecer más cultos imitando a los peninsulares del centro. Yo siempre lo tuve claro, soy de Ingenio, Gran Canaria. De este archipiélago junto a África, en el Atlántico, y que tan cerca está de Latinoamérica a pesar de los kilómetros. Yo no sé bailar salsa, me gusta poco el mojo y solo he montado en camello en el Sáhara. Estudié en Salamanca y, equivocado o no, renuncié a quedarme en Madrid, pero siempre tuve claro que, en cualquier lugar del mundo a donde fuese, mi sitio seguía estando en Canarias.

Sigues a Alberto Artiles Castellano. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 Seseo