Cuando el famoso reality Gran Hermano se fue quedando sin audiencia, sus originales creadores se inventaron un nuevo formato. Lo llamaron Gran Hermano VIP, y metieron allí a personajes conocidos con la esperanza de recuperar la audiencia perdida. La fórmula les debió funcionar, porque hubo varias ediciones.
Si el Senado tuviera guionistas, ante el rechazo que crea, utilizaría fórmulas para atraer a los ciudadanos, los votantes. La imagen que tiene la población sobre la Cámara Alta es más bien mala. La ven como un cementerio de elefantes, un destino paradisiaco para políticos venidos a menos, pero que son compensados con un salario más que respetable, dietas aparte. Nadie tiene muy claro la importancia del Senado, ni las competencias del feliz senador. Pero algo tiene, que todo el mundo quiere ir a parar allí. Algunos de los senadores que representan a Canarias eran hasta el otro día políticos en primera línea de batalla. Fernando Clavijo, expresidente del Gobierno canario, secretario general de CC y futuro rival de Ángel Víctor Torres, llegó al Senado tras adelantar por la derecha a su compañero Bermúdez, que todavía sigue cabreado. Asier Antona, líder del PP canario en la pasada legislatura, no tuvo que quitarle el puesto a nadie. Su negativa a pactar con CC para evitar el pacto de las flores no sentó muy bien a parte de su cúpula, que lo mandó a reflexionar a Madrid.
El último fichaje para el Senado VIP es un viejo conocido. Santiago Pérez también tuvo que competir con Blas Acosta por el valorado asiento. Él conoce esa casa a la perfección, y parece que será su última parada antes de la feliz jubilación.
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