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Dos meses antes en una cena en la isla de La Palma, tras participar en un interesante debate sobre periodismo, un dirigente de ICAN me aseguraba que los días de Jerónimo Saavedra al frente del Gobierno canario estaban contados. Me costó trabajo creerme semejante operación de desalojo, tejida en torno a los incumplimientos socialistas respecto al REF. Pero se produjo en marzo de 1993, con la moción de censura, Canarias es diferente, del vicepresidente Manuel Hermoso al presidente del Ejecutivo. Hermoso, que fuera alcalde de Santa Cruz de Tenerife entre 1979 y 1991, ejercería como titular del Gobierno seis años (1993/1999).

Votaron a favor de la censura personajes tan dispares como Antonio González Viéitez, de ICAN, el centrista Lorenzo Olarte, Ildefonso Chacón o Dimas Martín (ambos de las AIC) y Miguel Cabrera, de Asamblea Majorera. Estableciendo el primer gobierno nacionalista de Canarias, multicolor, de variada procedencia ideológica y política. Sería la base de la futura constitución de Coalición Canaria, que se presenta en sociedad en las generales del 93, pocos meses después. Más tarde se desligarían los insularistas de Independientes de Fuerteventura (IF) y los conejeros seguidores de Dimas, que crearían la Plataforma Nacionalista Canaria para los comicios autonómicos del 95, en los que obtendrían cuatro escaños.

La leyendas urbanas que, pese a la ausencia de redes sociales circulaban entonces, y todavía circulan, señalan que alguna de sus señorías fue llevado a la Cámara a punta de pistola. Y, asimismo, que misteriosas razones hicieron que nunca llegara al Parlamento la sentencia que inhabilitaba a Dimas Martín, diputado de AIC por Lanzarote. Su voto era imprescindible. La censura salió con los 31 votos de AIC, ICAN, CCI, AM y AHI.

Ahora que tanto se habla de transversalidad, aquel Gobierno de Hermoso, y el grupo parlamentario que lo sustentaba, lo era y mucho. Y dos consejerías, Política Territorial dirigida por el economista Fernando Redondo Rodríguez (a quien sustituiría Viéitez tras las elecciones de 1995), y Educación, Cultura y Deportes, bajo el mando de José Mendoza Cabrera (que ejercía, además, como vicepresidente), recayeron en personas de consolidada trayectoria progresista, unos procedentes del comunismo, otros del nacionalismo de izquierdas.

Mutaciones. Desde entonces, CC ha sufrido numerosas mutaciones. Logró 21 escaños en los comicios del 95 y llegó a 24 (los herreños, que sacaron dos, fueron esta vez por libre) el 99 con Román Rodríguez como candidato, con el 37,50% de los sufragios. Y ha ido perdiendo fuelle hasta lograr el tercer puesto en votos –por detrás de PSOE y PP- y solo el 17,9% de apoyo ciudadano en las elecciones de 2015 que llevaron a Fernando Clavijo a la Presidencia; veinte puntos porcentuales menos que en 1999 o, si lo prefieren, una caída del 52% de los votos.

Aunque no hay que olvidar que influyó, en una pequeña parte, la presencia de nuevas fuerzas en el escenario político (Podemos y Ciudadanos, aunque esta última no logró representación por las barreras electorales canarias). Algo que se ampliará y hará aún más plural la Cámara canaria en 2019. Y mucho menos probable, casi imposible, que algún partido se acerque a los 20 escaños. Se admiten apuestas.

Asimismo hay que recordar que CC sufrió hace una década la mayoritaria escisión de su izquierda, con la creación de Nueva Canarias, con gran peso en Gran Canaria, que les ha dejado muy debilitados en esta isla y, al tiempo, más escorados a la derecha.

Un cuarto de siglo después cabe preguntarse si mereció la pena la aventura y qué influencia ha tenido en el devenir del Archipiélago. Tanto tiempo en el poder, compartido a veces con el PP, otras con el PSOE, dan para mucho; y, sobre todo, para afilar los cuchillos contra su buena lista de errores.

Hay, sin duda, numerosos y visibles elementos negativos, como sus devaneos desarrollistas culminados con la Ley del Suelo (aunque con gobiernos de CC se aprobaron las leyes de Espacios Naturales, la de directrices o la que protege Veneguera), su empeño en la defensa de los combustibles fósiles (especialmente del gas) y escándalos urbanísticos como el de Las Teresitas. Así como su disparatada actuación en la RTVC, el insularismo ramplón e insolidario que lejos de erradicar han potenciado en la última etapa, la falta de políticas decididas (en la fiscalidad y en los servicios públicos) para reducir los enormes niveles de desigualdad de esta tierra o su negativa a modificar un sistema electoral tan injusto y desproporcionado, tan poco democrático... Igualmente es cierto que CC ha sostenido liderazgos insulares caciquiles. Pero no en exclusiva. También le ha sucedido, dicen que te vas, al PSOE.

Éxitos. Sin embargo, aunque no esté de moda, quiero apuntar algunos de sus éxitos. En primer lugar, el de ganar para un nacionalismo, por tibio que pueda parecer, a sectores centristas, moderados; sin CC, el mapa político electoral canario sería, en mi opinión, bien otro, mucho más escorado a la derecha estatalista. Y, en el otro plano, por rescatar a una parte de los náufragos del eurocomunismo. Y, sobre todo, de haber posibilitado que, pese a su debilidad política en el concierto español, Canarias jugara algún papel, sobre todo cuando los gobiernos de España carecían de mayoría absoluta.

Esto es evidente, algunos lo olvidan intencionadamente, cuando hablamos del desarrollo en infraestructuras. Es CC quien arranca al poder central el Plan de Infraestructuras Educativas, a mitad de los años noventa, que ha posibilitado la construcción de decenas de colegios e institutos; una red de centros que ahora hay oportunidad de culminar. Y, también, la que logra que Canarias participe en los convenios de carreteras estatales, a lo que se había negado reiteradamente Felipe González durante todo su largo período al frente del Gobierno central.

Asimismo, Canarias realiza con CC unas transferencia sanitarias mucho mejor dimensionadas que las educativas de mitad de los ochenta; llevando a cabo un enorme desarrollo de nuevas instalaciones, tanto centros de salud como de hospitales. Y positivo considero, también, haber conseguido la codirección de las autoridades portuarias.

Guste o no, los datos son perfectamente contrastables, los diputados de CC cuando lograban formar grupo en el Congreso, o los de CC y NC actualmente, han logrado más recursos para la Comunidad Canaria en todos sus ámbitos que la inmensa mayoría que siempre ha constituido los electos por los partidos estatalistas. Ocurrió también en 2017, con los descuentos del 75% en los billetes aéreos y marítimos interinsulares, las ayudas al transporte de mercancías, la desvinculación del REF de la financiación autonómica (que ahora se pretende blindar), la eliminación del impuesto al sol o la financiación del POSEI. Y puede ocurrir, nuevamente, si al fin hay Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2018.

Críticos. Eso no quita ser profundamente críticos en relación a cómo estos recursos han sido y están siendo gestionados en las Islas. Es difícil encontrarse satisfechos –no lo están la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de las Islas en diversos estudios- con el funcionamiento de los servicios públicos, la mala aplicación de la ley de la dependencia o las permanentes desigualdades, el alto desempleo y la cronificada pobreza. No todo es responsabilidad de Coalición, faltaría plus. Pero CC, que ha gobernado 25 años, tiene mucho en el debe y en el haber de lo que sucede en esta Comunidad.

Aunque estoy convencido de que nos hubiera ido aún peor con unos partidos estatales –tanto los de viejo como los de nuevo cuño- incapaces de ser consecuentemente reivindicativos ante sus direcciones centrales en Madrid, sin auténtica autonomía política. Silentes ante el olvido y el maltrato del centralismo. Lo que, justamente, le costó en 1993 la Presidencia a Saavedra y facilitó la creación de Coalición Canaria. Hace ahora un cuarto de siglo. Algunas cosas no han cambiado tanto desde entonces.

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