Sánchez y la desesperación del PP
Primera Plana ·
Después de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado sobreviene la renovación del Consejo General del Poder JudicialCuando Alfonso Guerra recientemente en una entrevista en TVE, muy comentada, despachó que Mariano Rajoy cometió un error al no dimitir ante la moción de censura de Pedro Sánchez y así provocar elecciones generales, en su lógica, tiene razón. Así es. El PP tuvo la ocasión de alargar su estancia en La Moncloa justo cuando ahora no se visualiza la alternancia pacífica y periódica que define a la Segunda Restauración. Por eso Pablo Casado no sabe qué hacer. Y entonces aún no había irrumpido Vox; hubo que esperar a los comicios en Andalucía como fenómeno de la España interior frente al fenómeno del 'procés'. Por supuesto, es muy llamativo que Guerra prefiriese esa salida a que un correligionario suyo, Pedro Sánchez, llegase a presidente del Gobierno. Este detalle denota a la perfección la división interna que vive el PSOE y, a la postre, certifica que la crisis del PSOE es, en sí, la del régimen del 78.
Después de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado sobreviene la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Y en esa batalla no solo Podemos quiere ser partícipe sino que persigue que tanto EH Bildu como ERC sean actores del mismo. Una jugada que cierra, una vez más, el margen de maniobra del bipartidismo borbónico. De ahí, no se trata tan solo de respaldar unas cuentas de un año más sino, en el fondo, se debate qué dirección de Estado tomar. Porque tanto Podemos como la izquierda 'abertzale' y el soberanismo catalán (con o sin Carles Puigdemont y el espacio posconvergente) aspiran a consolidar la plurinacionalidad. Y en este marco es donde en el horizonte se atisba la fórmula republicana que agita el miedo en la Casa Real.
De estar en un ciclo histórico previo a la Transición y la subordinación de los militares al poder civil, hubiera sido muy probable que ya el golpismo y las asonadas cuarteleras hubiesen causado estragos. El riesgo de involución democrático concurre: lo personifica Vox. La guerra perpetrada por Franco en 1936 y la represión brutal acabado el conflicto bélico, dejó una huella. El franquismo sociológico cree que el poder le pertenece. La derecha está desesperada. Y especialmente Pablo Casado que aguarda su turno, en el neoturnismo, que no tiene pinta de que le asista. No hay un 1996 (José María Aznar) ni un 2011 (Rajoy) a la vista. El PP necesitará de la extrema derecha y nadie, tampoco el PNV, querrá saber nada de Vox. Sin Catalunya y Euskadi, las derechas obtendrían seguramente más escaños que las izquierdas. Pero la alianza de PSOE, Podemos y los nacionalismos periféricos es imparable para el PP. Este es, lisa y llanamente, el tablero político en la actualidad. Otra cosa son los ayuntamientos y los subsistemas electorales diversos (comunidades autónomas), pero en Madrid la tendencia es la que es. Y no hay visos de que vaya a variar. Sánchez, con astucia, o porque no le queda otra, asume este relato. Solo así podrá estar un mandato más gobernando.