Rebajas
Pocas cosas tranquilizan más que mirar de vez en cuando la bolsa de las pensiones. Sobre todo, por la claridad del paisaje. En pocos años no va a quedar nada, de mantenerse la tendencia actual. En apenas seis años, el Fondo de Reserva de la Seguridad Social pasó de los 66.815 millones de euros que atesoraba en 2011, a los apenas 11.602 millones que contiene en la actualidad. La pérdida es del 82,6%.
Todos los expertos lo tienen claro; ese sablazo no se explica sólo por la pérdida de masa obrera, o por el envejecimiento de la tropa. Las múltiples bonificaciones a la contratación menguan los ingresos, y el empleo que ahora se factura es menor y envasado en precario. Pero ni así; sólo un meticuloso manejo de la caja, por decirlo sin exabruptos, es capaz de mermar las esperanzas de los trabajadores tan a fondo. Para sembrar el miedo hay que fabricar un abismo.
No confundan ese agujero de 55.000 millones con los 60.600 millones (de euros, en ambos casos) que el Banco de España da por perdidos al sanear los bancos con el permiso y el dinero de todos. Quién diría que se acabó la fiesta, si además el eco insiste en la bondad de las rebajas. Ese es el mérito; taladrar los bolsillos de todos sin que a nadie le moleste.
El otro día se publicó el Barómetro Social de España, un informe que desgrana la Encuesta Financiera de las Familias elaborada por el Banco de España. Sus conclusiones pasan desapercibidas porque el público está más pendiente de los gustos de Julián Marías, aunque los números cuentan historias que ningún literato pregona.
Dicen las evidencias que la desigualdad en el reparto de la riqueza entre los más ricos y los más pobres de la población se ha doblado en tan sólo doce años. O que las deudas de los hogares pobres han crecido diez veces más que las del resto de la población. De Canarias no tenemos datos más precisos, pero tampoco importa. Con los pobres no hay orgullo.