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Realidades antagónicas

Papiroflexia ·

Jueves, 15 de octubre 2020, 07:16

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El problema de los jóvenes no son los programas de televisión, ni una educación deteriorada y sin recursos, ni la pérdida de valores de una sociedad materialista. Lugares donde las leyes, como los programas electorales, están para violarlas, y el único horizonte de los mejores es coger la maleta. El problema de los jóvenes es el mal ejemplo de una clase política ineficaz y sin autocrítica, centrada en intereses particulares.

El Supremo ratificó ayer, con ligeros ajustes, las condenas de prisión para los 29 acusados en el caso Gürtel y también confirmó la responsabilidad civil a título lucrativo del Partido Popular o de la exministra Mato. Pablo Casado, mientras, como si la cosa no fuese con él o con su partido.

Otro titular contundente de las últimas horas: Hasta el 35 % de los canarios sufre o está en riesgo de sufrir pobreza y exclusión social. Una tasa que supera en diez puntos las que se observa en el resto de España, según el décimo informe de la Red Europea de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN).

Muchos de esos son jóvenes herederos de la desesperanza y la miseria. De la ineficacia, inacción o ineptitud de la clase política. Serán estudiantes o jóvenes recién salidos de la facultad. Otros ni siquiera han tenido esa oportunidad. La emigración vuelve a ser una vía de escape a las difíciles condiciones de vida aquí, como ocurriera en los años sesenta del siglo pasado. La corrupción, los contratos basura y la inestabilidad laboral o las pocas posibilidades de progresar, obligan a que no solo salgan de las islas los extranjeros que llegaron la pasada década en unas circunstancias boyantes, sino que sea creciente el número de trabajadores que buscan oportunidades fuera de las islas.

En los últimos años se ha incrementado el número de jóvenes con un grado de cualificación que han buscado oportunidades laborales fuera del archipiélago, especialmente en el centro y norte de Europa. Sin embargo con la pandemia las fronteras se han cerrado y las oportunidades, esfumado. Están condenados a malvivir.

Algunos, mientras, viven en un mundo paralelo. Estar en política se ha convertido en un modo de vida, en una manera de ascender en la escala social y en ocupar puestos para eternizarse en el cargo sin rendir cuentas. Solo así se entiende la inutilidad de muchos cargos políticos o la falta de autocrítica de otros, cuyo único objetivo es mantenerse en el cargo a costa de lo que sea. Mientras unos se apoltronan en el cargo mirando para otro lado, otros no encuentran futuro.

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