Ramírez contra Setién
El domingo en Siete Palmas se vivirá algo más que un partido de fútbol. No es un encuentro cualquiera. Será la disputa de dos modelos confrontados que estallaron la temporada pasada y que explica, en gran medida, la crisis actual que atraviesa la Unión Deportiva Las Palmas. Se antoja una cita de leyenda, de esas que invitan a la memoria a preservar por hijos y nietos. «Yo estuve allí», dirá orgulloso más de uno el día de mañana ante familiares, amigos y allegados recordando la gesta o el desastre cuyo resultado entre el conjunto amarillo y el Real Betis quede determinado una vez transcurra el tiempo de juego.
Miguel Ángel Ramírez contra Quique Setién. Un empresario cuya ventura y forma de gestionar el club es controvertida para una parte de la sociedad isleña y un entrenador aferrado al pundonor de ser consecuente con su criterio. Será la rivalidad entre el dinero y el romanticismo del balompié. La riña entre el capital de los galones presidenciales y la épica del césped del que se ha enfundado la elástica por equipos de Primera División cuando aún el fútbol conservaba ese aroma de antaño sin ser presa fácil de los negocios de los derechos televisivos y la venta de camisetas de estrellas fugaces que no sienten el color amarillo o el que se tercie. Lo que se dirime la noche del domingo es, nada más y nada menos, que el hiperliderazgo de Ramírez por un lado y por el otro los principios de un técnico capaz de soltar en una rueda de prensa que no cree que vuelva a la isla por la sencilla razón de que ya tiene una edad y la vida es corta. Y lo manifiesta con elegancia, con esa sobriedad que estila aquel que no tiene necesidad de hacerse notar para destacar.
Algunos querrán catalogarlo de revancha. Yo prefiero enmarcarlo en el duelo entre dos pistoleros que tienen causas pendientes por ventilar en el páramo del Lejano Oeste. Porque Setién observará el desarrollo del juego en el campo pero sentirá el aliento de Ramírez desde el palco, sus dudas sobre si hizo bien o no cuando prevaleció lo que le decía su guardia pretoriana hace menos de un año. Ramírez ofreció al míster cántabro la renovación del contrato con la mejor cuantía imaginable. Pero no todo es dinero en la vida, le replicó Setién. Y Ramírez no lo entendió. El desencuentro entre ambos no era por la cifra a poner en el talón. Esta semana será una encrucijada propia de las grandes causas. Dos hombres ante un mismo destino. Una tragedia griega servida para deleite de la afición isleña. Irrepetible.
