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El principio de curso y la tirita

Del director ·

Socialmente hemos dejado pasar un tiempo precioso sin abordar reformas

Viernes, 21 de agosto 2020, 08:14

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No debe ser fácil estar al frente de la Consejería de Educación en estos momentos. Quizás algo más lo sea tener la cartera ministerial. A fin de cuentas, no sé por qué le pedimos cuentas a la ministra de Educación, Isabel Celáa, sobre cómo se organizará el comienzo de curso, cuando vivimos en un país descentralizado, donde dos de las cuestiones que más se han visto afectadas por la pandemia quedan básicamente en manos autonómicas: Sanidad y Educación.

Y digo que no debe ser fácil porque por un lado está la obligación política y hasta moral y social de garantizar el retorno de los niños a las aulas, mientras que en paralelo está la advertencia de los sanitarios de la bomba de relojería que supondrá que miles de personas de todas las edades se entremezclen sin las debidas garantías de salud en el trajín que conlleva ir cada mañana a las aulas, estar en ellas y retornar a casa.

Claro que si atendemos a la máxima de que la salud es lo primero, no sé a qué esperan para anunciar que se retrasa 'sine die' el inicio de las clases. Desde un punto de vista de la lógica y de la prevención, es lo más razonable. Otra cosa es el coste que eso tiene: ¿cómo se organizan entonces las familias?, ¿qué hacen esos padres que tienen que ir a trabajar y que no cuentan con quien dejar a sus hijos?, ¿cómo se garantiza un educación 'online' de calidad y universal cuando hay muchos hogares que no tienen acceso a internet?, ¿es viable tomar esas medidas en unas autonomías sí y en otras no, cuando al final todos acaban confluyendo, más tarde o más temprano, en un vaso común que es el acceso a las universidades?... La lista de interrogantes es muy amplia y la lista de respuestas es, a fecha de hoy, escasa. Escasísima, y además muy diferenciada por autonomías.

Lo que se está poniendo de manifiesto con este asunto, como con otros muchos, es que vivimos en un país cuyas costuras saltan a las primeras de cambio en cuanto llega una crisis de gran calado. No es solo que el modelo productivo sea tan dependiente del exterior que si no entran turistas se cae a plomo la economía entera, sino que socialmente hemos dejado pasar un tiempo precioso sin abordar reformas que nos podrían haber colocado en condiciones de minimizar el impacto. Y la educación es una de ellas. Con el añadido, para más inri, de que estamos hablando de uno de los pilares sociales.

Ahora corremos como pollos sin cabeza a ver cómo ponemos una tirita para frenar una hemorragia. Y resulta que el sangrado se estaba produciendo hace tiempo.

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