Borrar

Pompa y circunstancia

Del director ·

En el plano familiar, quizás las loas dejen paso al silencio

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 8 de septiembre 2022, 23:58

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Pompa y circunstancia', el nombre con el que se conocen las marchas orquestales compuestas por Edward Melgar, es quizás una denominación que se ajusta bastante a lo que vimos ayer con la muerte de Isabel II y lo que nos espera en los próximos días, con su hijo Carlos convertido ya en Carlos III.

Según nos fueron contando ayer expertos de uno y otro lado, Isabel II planificó hasta el último detalle cómo se haría pública la noticia de su muerte e incluso dónde tendría lugar. Por eso estaba en Balmoral, su residencia favorita, y hasta allí fueron sus hijos y nietos, una convocatoria que reforzó las sospechas de que estábamos en el trance final. Eso sí, antes de morir tuvo tiempo que añadir en su larga lista una primera ministra más: Liz Truss fue, de hecho, unas de las últimas personas de la vida pública que vio a la reina.

Con 96 años y siete décadas en el trono, es evidente que estamos ante un personaje con un lugar relevante en los libros de historia. A fin de cuentas, sobre ella estaba la corona de lo que era un imperio -decadente, pero imperio-, vivió la Segunda Guerra Mundial; asistió al acercamiento de su país a Europa, así como al divorcio que supuso el 'brexit'; y contempló también cómo, gobernase quien gobernase, Estados Unidos siempre tuvo en el Reino Unido un aliado preferente -y eso que estamos hablando de una excolonia-.

En el plano familiar, quizás las loas dejen paso al silencio. Si la familia es clave para el concepto de monarquía, es innegable que sus herederos han dado más problemas que alegrías. Quizás por eso alargó hasta más allá de lo razonable su reinado, de manera que ahora su hijo Carlos recibe casi una losa: un trono marcado por la huella profunda, profundísima, de su madre. En cuanto a los siguientes en la línea de sucesión, han sido tantos los líos, algunos bastante chuscos, que igualmente tendrán que esforzarse para superar un listón que Isabel II dejó casi en la estratosfera. También en lo doméstico, Isabel II demostró que no estaba a la altura de los tiempos cuando su primera reacción ante la muerte de Diana de Gales. Dicen que fue una dolorosa lección para ella pero si es así o es más leyenda que la realidad, es algo que ella se lleva a la tumba.

Espero que otras familias reales, y en especial la nuestra, se miren en ese espejo. Para lo bueno y para lo malo, copiando lo primero y evitando lo segundo. Son humanos y tienen derecho a equivocarse, pero también están sometidos al escrutinio ciudadano y, por tanto, se encuentran sujetos a la crítica.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios