Un nacionalismo sólido e influyente
A veces con sana envidia y otras con incredulidad e indignación, vemos cómo nacionalistas catalanes y vascos avanzan, con el arma de la política, en su objetivo de la defensa de su gente
El nacionalismo canario corre serios riesgos de seguirdebilitándose. Tras disfrutar de grupos propios en el Congreso y el Senado, nuestra presencia en las Cortes Generales ... ha ido reduciéndose a la mínima expresión, por más que la matemática parlamentaria siguen reservándoleun rol importante en Madrid.
Pero, al tiempo que el Estado español avanza por el camino del fortalecimiento de las fuerzas políticas territoriales, en Canarias nos aniquilamos nosotros mismos. Resulta paradójico que el único territorio del Estado con un reconocimiento expreso en el seno de la Unión Europea, con marcadas singularidades en su Estatuto de Autonomía y la propia Constitución,desaprovecha su capacidad de influir en la política española.
El éxito de la presencia del nacionalismo canario en el Parlamento español está ahí. Es cuantificable. La necesidad de que el Archipiélago disponga en Madrid de más peso político para defender sus particularidades es algo tan evidente como imprescindible.
La renuncia expresa que hacen los partidos estatales a asumir la defensa de nuestros hechos diferenciales, tanto en sus reglamentos internos como en su acción política y gubernamental, deja un hueco para las fuerzas políticas que priorizan la defensa de lo propio.
A veces con sana envidia y otras con incredulidad e indignación, vemos cómo nacionalistas catalanes y vascos avanzan, con el arma de la política, en su objetivo de la defensa de su gente.
En territorios peninsulares donde los partidos estatales asumen la defensa de sus peculiaridades, los partidos nacionalistas ven reducido su margen de crecimiento. Por ejemplo, sucede en Galicia. Desde la época de Manuel Fraga, sus habitantes se ven representados mayoritariamente por una opción que abarca todo el espectro del centro derecha: el galleguismo.
Lamentablemente, ni el PP de las Islas cuenta en Génova con el peso interno que tienen los herederos de Fraga en Galicia, ni el PSOE canario goza en Ferraz de la influencia que tiene su homólogo catalán.
La renuncia y dejación que los partidos estatales hacen de la defensa de las singularidades canarias deja abierto un espacio político que los nacionalistas no estamos sabiendo aprovechar. Casi siempre, por errores propios.
Ahora, cuando más necesitamos la unidad de los partidos autóctonos, se dibuja en el horizonte una fractura en el seno de Nueva Canarias que debilita al nacionalismo isleño. De momento, el esfuerzo que están haciendo las partes enfrentadas por dar con una solución de consenso,restituyendo la unidad interna, no arroja resultados positivos. Mientras otros suman para fortalecer sus proyectos territoriales, aquí se imponen egoísmos y personalismos.
Entre las partes en conflicto en el seno de Nueva Canarias, hay gente que ha mostrado una gran capacidad política y que, por lo tanto, está llamada a encontrar fórmulas que ayuden a sumar por el Archipiélago.
Los conflictos en el seno de los partidos son bastante normales. En aquellos con raíces estatales, se solucionanen Madrid. Pero en los de origen autóctono tenemos que resolverlos aquí. El mejor camino para abordar las diferencias entre las partes dentro del partido que preside Román Rodríguez pasa por anteponer la unidad nacionalista y la defensa de los intereses de Canarias.
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