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Imagen de archivo de un quiosco en Santa Catalina. Juan Carlos Alonso Alonso

¡Que paren las máquinas!

Primera plana ·

A fin de cuentas, si versátil en sus tentáculos lo son hoy en día muchos negocios, sucede igual que el universo mediático donde, eso sí, la prensa escrita sigue dictando el devenir político

Lunes, 20 de julio 2020, 19:49

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¡Paren las máquinas! Con esta máxima, proclamada a viva voz, se entraba en la rotativa para parar precisamente ese ensordecedor ruido que acuñó el periodismo industrial cada jornada al lanzar la tirada y ponerla al servicio de la opinión pública. Eran esos momentos, a veces más recurrentes y otros más esporádicos, todo en función del ritmo de la actualidad, en los que una exclusiva obligaba a rediseñar el periódico a última hora y, por lo tanto, hacerlo a contrarreloj. Puro frenesí, dosis de entusiasmo que compensaban el esfuerzo extraordinario e inesperado. Hoy ese modelo está en crisis y, sin embargo, no es del todo exacto pues la pregunta pertinente a realizarse es otra: ¿cuándo no ha estado en crisis la prensa? Las cabeceras del siglo XIX y principios del XX no eran precisamente nichos para fraguar grandes negocios y, no obstante, promovieron enormes transformaciones políticas. Lo que decayó al alimón de la Gran Recesión de 2008 y la digitalización imparable era un ciclo de esplendor que no solo lo fue de los tabloides sino también de la democratización europea, el avance de las clases medias y del recetario social; las llamadas tres décadas de oro del Estado del Bienestar que van desde la posguerra hasta la crisis del petróleo de 1973 con sus prolongadas sinergias.

Las cabeceras del siglo XIX y XX no eran nichos para fraguar grandes negocios

Hoy CANARIAS7 festeja un acontecimiento importante. Y es que estrena diseño en todos sus formatos, un rebautizo a lo grande del mismo producto cuyas esencias siguen siendo las mismas: contenidos de información y opinión que, con independencia del soporte, ostentan el ánimo de modular el espacio público. Los políticos y restantes poderosos estarían muy contentos de no existir medios de comunicación, dormirían mejor. Que el susto en el cuerpo lo meta cada mañana durante el desayuno una portada en papel o una web con millones de usuarios únicos, o ambos al tiempo, el transcurso de los años lo dirá.

La prensa en Canarias es una necesidad. Sin ella el autogobierno no sería capaz de catapultar sus aspiraciones y posiciones frente al Estado. Puestos a razonar, su demanda y vigencia imperiosa es mayor en un territorio alejado, insular y fragmentado que en las provincias que rodean a la capital del reino (Toledo, Segovia, Ávila…) o incluso en los núcleos distanciados que asimismo sintieron la necesidad de editar su propia prensa (principalmente Cataluña y Euskadi). Y es que la política y el periodismo son las dos caras de una misma moneda.

La imagen de los pasajeros del Binter hojeando las páginas es uno de los mejores retratos de ese afán democratizador del pueblo isleño por proteger su idiosincrasia y resaltar el hecho diferencial canario ante los grupos mediáticos en Madrid que, por lo general, más bien están a lo suyo. Una postal cotidiana en las rutas de la aerolínea que pronto volverá cuando finalice la pesadilla del coronavirus. Pero también lo es que un lector desde cualquier rincón europeo o de otro continente consulte y se nutra de CANARIAS7 en su versión digital para saber qué acontece en su tierra y luego intercambiar impresiones con sus familiares y amigos con los que mantiene el contacto. Que se debata cómo rentabilizar el llamado cuarto poder no significa que este haya dejado de serlo. A fin de cuentas, si versátil en sus tentáculos lo son hoy en día muchos negocios, sucede igual con el universo mediático donde, eso sí, la prensa escrita sigue dictando el devenir político. Y eso atesora un valor incalculable.

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