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Vivimos en una sociedad sobreexitada que necesita respuestas urgentes y precisas. No admite condicionales ni cambios de última hora. Solo sentencias y mantras sin matices. Esto provoca que, en un mundo hiperconectado, la información fluya con más rapidez por la exigencia del guion, muchas veces más rápido que un rayo.

Unas noticias de usar y tirar, de titulares estridentes que no entienden de reposo ni márgenes de error. Una circunstancia, la fugacidad meteórica, que repercute muchas veces en la credibilidad de las instituciones y los medios de comunicación, portavoces y mediadores entre las organizaciones y la ciudadanía.

Estamos en alerta. Ahora sí. Lo avisó la Agencia Estatal de Meteorología, lo confirmó el Gobierno de Canarias, lo ratificaron los Cabildos, y así lo reflejó este periódico, como el resto de los medios de comunicación, en un ejercicio de responsabilidad social y de servicio público.

Sin embargo, aún colea lo sucedido con el huracán Lesli recientemente y, con tantos avisos y alertas frustradas, parte de la ciudadanía ya se toma los anuncios a broma. Lo sucedido con el huracán y luego tormenta tropical no fue un caso aislado. Desde aquel Delta devastador de 2005 aún latente, hemos asistido en innumerables ocasiones al fin del mundo en las islas. El fenómeno de Lesli se gestó diez días antes a miles de kilómetros, cerca de la costa estadounidense y en el Caribe. Pero lo que parecía una predicción apocalíptica terminó siendo un rocío otoñal en el archipiélago. No así en Portugal y parte de la península.

El debate que se ha instalado en los canarios es si se utiliza en exceso y con ligereza la palabra alerta, tan extendida en estos tiempos, y alarmar por tanto a los ciudadanos sin motivos contundentes. La Agencia Estatal de Meteorología informa con el margen de error que supone la medición del tiempo a varios días vista, pero no es una ciencia exacta por lo que no cabe reproche por mucho que se le acuse de «asusta viejas», como se mofaba un lector de este periódico tras Lesli. Vivimos también en una sociedad del miedo, aunque desde el punto de vista de los medios y de la administración cualquier precaución es poca. Luego no digan que no se lo advertimos, porque si pasa algo la culpa es suya.

Eso lleva muchas veces a los organismos públicos y, por contagio, a los medios, a exagerar los anuncios por si acaso... A lanzar alertas por casi todo, hasta extremos casi de ciencia ficción. Yo, por si acaso, tras el último aviso iré al supermercado para abastecer la despensa y, por tanto, y si cuela, no arriesgaré mi vida yendo hoy a trabajar...

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