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Centro de atención a las personas con discapacidad de Las Longueras, en Telde. C7

Los olvidados

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Gaumet Florido

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 20 de octubre 2020, 23:31

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Mientras media España se prepara, agotada, pero quejosa, a que la vuelvan a confinar y la otra media se enzarza en una discusión bizantina que mezcla de forma nauseabunda ideología y salud, hay una España que ha pasado meses resignada a su suerte, a la que la covid-19 y sus efectos han castigado doblemente. Es la España de las personas con discapacidad, física y cognitiva.

Su mundo se vino abajo con el estado de alarma. A bastantes este golpe ya les ha dejado secuelas irreversibles. Los que por fortuna acudían a centros especializados se quedaron de la noche a la mañana sin la que para muchos era y es su única ventana a la esperanza. No a una cura a sus enfermedades, que para muchos de ellos no existe, sino a una mejor calidad de vida.

Pero es que para algunos de estos colectivos, como el de las personas con discapacidad psíquica, no ha habido casi desescalada en Gran Canaria. La isla ha estado llorando porque semanas atrás cerraron las discotecas o porque acortaron los horarios en los restaurantes, y eso perjudica, claro que perjudica, y afecta también a muchas familias que pueden perder su puesto de trabajo, pero es que a muchas de las personas que necesitan de esos centros de atención específica no les llegó la mal llamada nueva normalidad hasta estos días, ocho meses después. Y el semáforo rojo en el que la isla ha estado más de un mes ha dejado también casi sin asistencia a cientos de personas mayores con problemas de parkinson, alzhéimer o demencia senil.

¿Alguien levantó la voz por ellos? Pocos. Dos madres, Nereida y Teresa, saltaron cuando ya no podían más. Estas personas no están tan visibles, ni hacen tanto ruido, pero eso no da derecho a olvidarlas.

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