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Coincidirá usted conmigo, estimado lector, en una fundamental consideración democrática -aunque no original- reconocida desde 1978 por nuestra Carta Magna (artículo 20, 1. a): el ... derecho a «expresar pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción». (Y digo más arriba «no original» pues el artículo 34 de la Constitución de la República Española de 1931 ya lo registraba con 47 años de antelación: «Toda persona tiene derecho a emitir libremente sus ideas y opiniones […] sin sujetarse a la previa censura».)
Vistos los artículos, ¿fue el respeto a los mismos la causa o razón de que se produjera un aparente fraccionamiento en el Partido Popular (la tímida y silenciada postura canaria frente a la, a veces, muy prepotente estructura oficial con voxación nacional) en torno a la dispersión de menores migrantes? Se trata, recordemos, del entendimiento entre varios partidos para aprobar en el Congreso el decreto – ley y consecuente distribución por tierras españolas de miles de ellos refugiados en Canarias, casi en su totalidad con la ilusión de seguir hacia otros países europeos, insulares o continentales, donde residen familiares o amigos. Comportamientos y deseos también poco originales o novedosos por sí mismos: a fin de cuentas son inherentes al ser humano la dispersión y los desplazamientos a la búsqueda de mejores condiciones de vida incluso a tales edades.
Pero lo más importante es el espacio geográfico de nascencia o nacimiento: África. El África negra fue la cuna de la humanidad doscientos mil años atrás. Y Europa -Reino Unido, Francia, Bélgica, España, Portugal, Países Bajos, Italia, Alemania- se repartió el continente, finales del siglo XIX, principios del XX: materia prima, riquísimos metales, oro, diamantes, petróleo, pesca, agricultura, sirvientes, esclavos… Por tanto, que algunos de los arribados a las costas canarias y españolas chapurreen francés, inglés o portugués no se debe, precisamente, a sus estancias en universidades: son los idiomas de los inmediatos antiguos amos, las lenguas de sus culturas, las impuestas a sangre y fuego desde los negros antetatarabuelos para borrar cualquier seña de identidad tribal o regional tal como sucedió en Canarias isla por isla, poblado tras poblado.
Reconociendo, pues, las migraciones como algo imparable, ¿qué relación pueden tener con ciertos políticos? Resulta absolutamente normal que dentro del mismo partido se produzcan desacuerdos, discrepancias, disonancias, desajustes, divergencias, disconformidades o disentimientos. Y tan larga lista de voces llama la atención, sorprende, porque la existencia de cada una de ellas tiene su razón de ser, no son caprichos ni casualidades. (¡Qué sabia y precisa es nuestra lengua: siete sinónimos o afines recogidos por el Diccionario -dejo de lado el campo relacionado con la música- y cada uno de ellos con sus especificidades, precisiones, matizaciones!)
Sin embargo no es tan 'normal' la discrepancia de sus votos según se les reclamen en el Parlamento canario o en el Congreso de los Diputados sobre los menores como acaba de ocurrir en el PP. Se me ocurrió durante unos segundos que tal desajuste pepero acaso podría responder más a intereses personales de nómina, paga o retribución que a nobles sentimientos emanados de eso que a ellos mismos les oigo pronunciar con énfasis: «razones humanitarias», es decir, sensibilidad, afectividad o ternura frente a desgracias ajenas. Aunque estas actitudes, en momentos, pueden parecer racistas: ¿por qué nadie negó su acogida a ciudadanos ucranianos -blancos, europeos, no todos rubios y de ojos azules- y esas mismas comunidades esPPañolas argumentan el lleno total para negar la entrada a nigérrimos negros provenientes de ex colonias europeas?
Por tanto, las sospechas sobre la existencia de dos bloques surgen inmediatamente, pues ni el PP nacional -como todos- permite la discrepancia de sus señorías y su exteriorización ni, fantásticamente, rezuma pureza democrática y absoluto respeto a la expresión en libertad (como todos). Entonces, ¿será que le importa bien poco -un átomo, una partícula, un fisquito- el posicionamiento discrepante del PP canario, titular de la vicepresidencia canaria y varias consejerías, amén de direcciones generales… en torno a la ya tan manida distribución?
La cuestión, pues, está ahí. Aparentemente, el PP de Canarias apoya al presidente señor Clavijo en su lucha por conseguir la legitimada distribución de los menores extranjeros. De tal manera que «La aprobación del Real Decreto Ley que modifica el artículo 35 de la Ley de Extranjería, tras su convalidación en el Congreso de los Diputados, responde a una demanda reiterada desde Canarias, especialmente a través del Pacto Canario por la Migración» (Patricia Vidanes, CANARIAS7).
Y el tal Pacto fue consensuado (gobiernodecanarias.org) «por los grupos firmantes de este acuerdo -todos excepto Vox» tras la reunión mantenida con los portavoces de los mismos (entre ellos la señora Reverón, representante del PP… canario). Pero, ¿el comité regional de los populares discrepó de la proposición de su presidente? ¿Se mantuvo al margen? ¿O acaso respetó a sus parlamentarios en Canarias para que, en conciencia, expresaran con su apoyo ideas y opiniones favorables al Pacto?
No obstante… los pparlamentarios isleños en el Congreso de las Diputados (señores Mariscal, Sánchez, Rojas y señoras Delgado, Molina y Lima) emitieron votos negativos (como Vox) ya no solo a la propuesta que se sometía a su consentimiento o rechazo sino, y sobre todo, a la decisión de sus colegas ideológicos, los canarios del Parlamento regional. ¿Puede hablarse, entonces, de discordancias entre ambas fracciones del PP, la de aquí y la nacional? ¿Dos sectores entre sus señorías canarias?
Llama la atención que el señor Domínguez, vicepresidente del Gobierno canario sea, a la vez, presidente del PP regional. Impone aquí a sus quince compañeros del Parlamento el apoyo a la dispersión geográfica, pero no consigue el voto afirmativo en Madrid de SUS diputados canarios, muy al contrario. Supuestamente controla el partido en las islas, pero Madrid impone su decisión contraria, le anula absolutamente la imprescindible autoridad inherente al cargo regional. Así el PP central, en manos del señor Feijóo, lo ridiculizó frente a la sociedad canaria, votantes, pues los canarios del Congreso obedecieron órdenes superiores. En conclusión: tal vez el señor Domínguez reina pero no gobierna. (Dicen algunas encuestas que la supervocación trumpista del señor Abascal podría impedir la mayoría absoluta PP - Vox en inmediatas elecciones.)
No hay vuelta de hoja: la visión colonialista del PP sobre Canarias queda clarísimamente definida: nuestra tierra debe seguir siendo el espacio geográfico donde almacenar, acumular y retener a menores migrantes, personas non gratas en las autonomías españolas gobernadas por el PP. Todo, claro, mientras interese a la política personal y a la mezquina visión de qué es la Política. Al señor Feijóo y al PP central les importa un chuchango frito dejar en ridículo al señor vicepresidente del Gobierno canario, nuestro vicepresidente, de todos.
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