Mutación pendiente
Las pinturas encontradas en tres cuevas de Cantabria, Andalucía y Extremadura demuestran que la especie humana fue capaz de crear arte mucho antes de lo supuesto. En las paredes de esas cavernas se dibujaron animales y un par de manos estampadas por contraste, que reflejan habilidades en el manejo de lenguaje simbólico. Ya había artistas sobre la tierra 40.000 años antes de la llegada del homo sapiens, ese animal que hasta ahora se ha creído el único creador de cultura.
Desde hace más de 100.000 (cien mil) años, ya se usaban tintes y collares como ornamentos corporales, desde Sudáfrica a Murcia, de Atapuerca a Francia. Ese gusto por los detalles, ese afán por colorear el mundo, llegó a Canarias con sus primeros pobladores, como evidencian las escasas muestras que se han salvado. El hallazgo de ese templo que es Risco Caído, en Artenara, construido de forma que la luz del sol juega con las figuras pintadas o grabadas en las paredes, evidencia un gran capacidad de comprensión del universo, de los ritmos y de las complejidades de la naturaleza.
Nada de lo aprendido entonces se conserva, más allá de las evidencias gráficas. La especie cree haber mejorado el tránsito de un lugar a otro, se han inventado toda clase de vehículos, desde aviones a bicicletas, para elevar los traslados a la categoría del arte. Sin embargo, algo debió pasar en el proceso evolutivo, una mutación en los genes de la sabiduría. Algo que desde hace varias generaciones impide que los viernes se pueda cruzar el istmo de La Isleta a una velocidad razonable, acorde a los medios de este milenio. La atrofia parece galopante, porque desde hace algunos años, la dificultad se extiende a otros días de la semana cada vez con mayor frecuencia.
Se pintan cuevas desde hace miles de años, existen cátedras de transporte, se gastan al año cientos de millones en mantenimiento y mejora de las vías. Pero aún no ha aparecido sobre la faz de la tierra inteligencia suficiente para ordenar el tráfico en la salida de La Isleta.
