Mujeres: avances, manadas y cavernícolas
Nos encontramos en un país que, afortunadamente, ha avanzado mucho respecto a la situación de las mujeres en las últimas décadas. Su espectacular crecimiento en las universidades, en el mundo laboral, en la esfera de representación política es incuestionable. Pero no es menos cierto que estamos aun muy lejos de la igualdad. El patriarcado sigue ofreciendo una gran resistencia y quedan numerosas asignaturas pendientes.
La más dolorosa, probablemente, la persistencia de la violencia de género, que ataca frontalmente la libertad, la dignidad y la vida de millones de mujeres en todo el mundo. Ejercida por maridos, ex, novios y amantes. En definitiva, por hombres que no consideran a las mujeres un ser con iguales derechos, que las cosifican y desprecian. Sin olvidar las otras violencias que siguen tan presentes: el acoso laboral, la prostitución...
También queda mucho por hacer en el ámbito laboral, en la que las mujeres han ido ganando espacios en casi todas las profesiones. Pero en donde permanecen brechas salariales de género absolutamente injustificadas; y que deben ser perseguidas y superadas. Algunos países ya lo hacen por ley.
En el ámbito de la política no han sido menos relevantes los avances. El Gobierno de España tras la llegada del socialista Pedro Sánchez a La Moncloa constituye el mejor ejemplo, colocándonos a la vanguardia en el ámbito mundial. Algo más que un gesto de respuesta a las masivas manifestaciones feministas del 8 de Marzo, el Día Internacional de la Mujer, que han marcado un punto de inflexión en la justa lucha por la igualdad.
Mayoría aplastante de mujeres y, además, no supeditadas a las áreas sociales, como suele ser bastante habitual en las instituciones, sino siendo las responsables máximas de las políticas económicas (los ministerios de Economía y de Hacienda), así como las directoras de carteras como Defensa y Justicia. Esto, estoy convencido, se traducirá en el futuro en los parlamentos y gobiernos autonómicos y, más temprano que tarde tendremos, también, una mujer en la Presidencia del Gobierno de España, aunque no se aprecie en el futuro más inmediato; sobre todo si hacemos caso a los actuales dirigentes de los partidos con posibilidades reales de llegar al gobierno. En espera de lo que decida el PP sobre su liderazgo, claro.
Asimismo, en el terreno de la política municipal se ha producido un positivo cambio desde aquellas elecciones del 3 de abril de 1979, las primeras celebradas tras la brutal dictadura franquista. Las fotos de los medios de comunicación de entonces, en blanco y negro, nos muestran también una realidad sesgadamente masculinas en los ayuntamientos surgidos de las urnas, en la que las mujeres son bien pocas, casi anecdóticas
concejalas. En aquellos comicios solo resultaron elegidas un 3,2% de concejalas en el conjunto del Estado español. En los más recientes, los de mayo de 2015, un 35,56%, todavía lejos de acercarse a la paridad. Y, respecto a las alcaldías, un 1,2% de ellas eran dirigidas por mujeres en el inicio de la democracia municipal, en 2015 superaba apenas el 19%. Queda mucho por hacer.
Además, según se recoge en el trabajo de Alejandro Espí sobre presencia de la mujer y brecha de género en la política española, «se puede observar una clara segregación de responsabilidades en la administración local que atiende también a motivación de género. Así, existen claras áreas municipales masculinizadas como son, fundamentalmente Economía y Hacienda, Medio Ambiente, Promoción Económica y Empleo, Régimen Interno y, por encima de todas, Urbanismo y Obras Públicas. En contra, observamos la existencia de algunas áreas claramente feminizadas; son Igualdad, Mujer, Participación Ciudadana, Servicios Sociales y Salud.»
Superar el actual estado de cosas supone un enorme esfuerzo colectivo. Los avances hay que festejarlos y deben animar a nuevas metas. El papel de las mujeres feministas ha sido determinante para denunciar las discriminaciones existentes y proponer profundos cambios en las legislaciones y en los comportamiento sociales. Los hombres, humildemente, también podemos y debemos contribuir a esa imprescindible transformación.
Machismo.No es, ni mucho menos, un camino sencillo el que queda por delante. Los obstáculos son numerosos y difíciles de saltar. El machismo está muy impregnado en el conjunto de la sociedad. En todas sus fibras y esferas. También en la judicatura, como hemos visto con cierta frecuencia con descabelladas sentencias que insultaban y agredían a las víctimas, pero no solo. El caso de La Manada ha levantado mucho revuelo mediático, tanto por la sentencia como por la reciente excarcelación de esos individuos execrables o, más cerca, por la publicación en las redes sociales de un club deportivo de Gran Canaria de comentarios atacando a la víctima de esos energúmenos. Pero no ha sido el único dislate.
En el pasado mes de marzo, en las mismas fechas de la celebración del exitoso Día de la Mujer, conocimos como en una sede municipal se encontraba colgada en su tablón de anuncios una viñeta grosera, clara apología de la violencia machista, en la que un cavernícola se dirige a otro que arrastra a una mujer desnuda por los pies y le advierte. «Tienes que arrastrarla por los pelos o se te llena de arena». Terrible. Confirmando que cavernícolas que desprecian a las mujeres y las consideran objetos de su propiedad existen en los más variados ámbitos sociales. No era, por cierto, la única claramente agresiva contra las mujeres y su dignidad.
Una viñeta que originó un conflicto entre dos personas que trabajan en esa corporación, al decidir una trabajadora retirar ese nada gracioso engendro. Surge la duda de si la trabajadora debió arrancarla de dónde estaba o, simplemente, denunciarla ante sus superiores o ante los juzgados, aunque resulta difícil contenerse desprecio al conjunto de las mujeres bajo el disfraz de un presunto humor. Yo creo que, pese a mi habitual templanza, no me hubiese podido contener ante semejante afrenta.
Pero surgen, sobre todo, las otras dudas. ¿Quién tuvo la genial ocurrencia de colgarla? ¿Cómo se atrevió a hacerlo en un espacio de una institución pública? ¿Cómo permaneció tanto tiempo expuesta sin que a nadie con un mínimo de sensatez le produjera nauseas semejante basura y denunciara la fechoría de quien así piensa de las mujeres? ¿Por qué no fue eliminada mucho antes? ¿Se justifica defender su permanencia en el referido tablón de anuncios?
Las respuestas no son, en modo alguno, banales. Es inmenso el trabajo que queda por delante para superar el machismo y sus lacras.