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MetroGuagua: sí, gracias

Miércoles, 27 de febrero 2019, 09:07

Aunque últimamente viajo con mucha menor frecuencia que en otras etapas de mi vida, en mi cartera tengo bonos de Guaguas Municipales y de varios trayectos de Global. Cuando me muevo de un lugar a otro, en Gran Canaria, en Tenerife o en Lanzarote, también en Madrid, en Barcelona o en Bilbao, lo suelo hacer utilizando el transporte público: guagua, tren, tranvía o metro, igualmente en taxi, según necesidades y posibilidades. También en distintas urbes europeas que he tenido la suerte de conocer andando (ya se sabe aquello de que «las ciudades son libros que se leen con los pies») y en transporte público.

Hace mucho tiempo que renuncié voluntariamente a tener coche y les puedo asegurar que no me arrepiento en modo alguno. Con ello me he evitado, con toda seguridad, muchos nervios innecesarios, así como no menos irracionales pérdidas de tiempo buscando aparcamiento. Y, como he señalado en otras ocasiones, me ha permitido leer, en los trayectos, centenares de libros o repasar los datos para mi intervención en una radio o una tele.

A veces, también, para vivir curiosos momentos -desde una declaración amorosa a expresiones de solidaridad o de falta de educación y mínimos valores cívicos, que también- inspiradores para un artículo. Ha merecido la pena. Últimamente no solo interactúan las personas que viajan en la guagua, sino que algunos usuarios nos cuentan, no sé si intencionadamente, episodios de su vida y de las de otros a través de las conversaciones que mantienen con sus móviles.

Recientemente pude conocer, pese a la significativa distancia en el vehículo con relación al que hablaba por su celular, el enfado de una chica al encontrar en la guantera del coche de su novio la foto de otra; era este, el novio, quien lo relataba telefónicamente a un amigo con todo lujo de detalles sobre su infidelidad. O, esta misma semana, pude escuchar los variados avatares del traslado a Gran Canaria -y su preocupación añadida sobre qué hacer con sus perros- de alguien que dejaba atrás su temporal trabajo en Fuerteventura; en su nueva vivienda en la capital grancanaria, decía con tristeza, no admitían animales.

En esos y en otros casos, los protagonistas, hombres y mujeres de todas las edades, a los que importa poco quienes le rodean, podían reducir un poco el volumen de sus conversaciones por respeto al resto de pasajeros y pasajeras. Pero igual es pedir mucho.

Municipalización.En la historia de mi ciudad, Las Palmas de Gran Canaria, me parece un hito relevante la municipalización de las guaguas por parte del primer ayuntamiento democrático, hace ahora casi cuarenta años. Como me contó José Miguel Fraguela, entonces jefe de gabinete del alcalde Bermejo, para mi libro UPC. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista canario de los 70/80, «en aquel momento no es que hubiera una empresa privada, sino que cada guagua era de su dueño y este establecía poco más o menos su horario y hasta la línea que cubría. Se trataba, sin duda, de un verdadero desastre». Por su parte, el concejal de la Unión del Pueblo Canario que impulsó la municipalización, Enrique Caro, asegura que se trató de un proceso «democrático, transparente y unitario. Su aprobación se produjo por unanimidad. Incluso la UCD expresó su apoyo a la medida en el Pleno de la corporación».

Un proceso, eso sí, no exento de tensiones, de combativas huelgas por parte de los trabajadores de las guaguas, de graves dificultades, especialmente económicas, que marcó un cambio de rumbo que, con aciertos y errores, avances y retrocesos, se ha mantenido por todos los gobiernos municipales, independientemente de su color político. Conscientes de la enorme importancia que tiene el transporte público para el normal desarrollo de la vida cotidiana en la ciudad. Lo que ha permitido contar, desde entonces, con el mejor servicio urbano del Archipiélago. Homologable, además, al de otras importantes urbes españolas.

Mejorable, seguro. Con líneas con mayor frecuencia y horarios que otras. Y del todo imprescindible para la movilidad en la ciudad más poblada de Canarias. Sus vehículos han mejorado mucho, se han incorporado híbridos y estoy convencido de que en un cercano futuro serán todos eléctricos; y, además, y es muy importante facilitan el acceso a personas con movilidad reducida.

Echo de menos, eso sí, que en su momento no apostáramos por otros modelos, complementarios y muy eficientes, como el metro. Para evitar atascos y conseguir unas ciudades menos ocupadas por los vehículos a motor. Estoy convencido de que con un mayor peso del transporte público las urbes pueden ser más respirables, más acogedoras, más humanas. Y que, o tendemos decididamente hacia ello, o la vida se tornará imposible en las mismas.

Peatonales.Apuesto de forma clara por ganar más espacios peatonales. Me decía el exalcalde de San Sebastián Odón Elorza, ahora diputado en el Congreso, que cuando desde la Alcaldía de su ciudad propuso ampliar la peatonalización, así como el impulso a los carriles bicis, recibió todo tipo de duras críticas. Los opositores hablaban de una situación pre apocalíptica: hundimiento del comercio, masiva pérdida de empleos, dificultades crecientes en la movilidad en Donosti... la práctica confirmó, posteriormente, justo todo lo contrario.

Algo parecido sucedió cuando desde el Ayuntamiento de la capital grancanaria se decidió peatonalizar la calle de Triana en los años ochenta del pasado siglo. Se profetizaron todos los males habidos y por haber para sus comercios. Los resultados están ahí: ganó la ciudad, ganó la calle, ganaron las empresas y sus empleados, ganó la gente.

En uno y otro caso, de haber hecho caso a los apocalípticos y negadores de cualquier cambio, las dos ciudades habrían sufrido un frenazo en su camino para conseguir ser un lugar cada vez más respetuoso y amable. Por eso, hay que exigir valentía a los dirigentes institucionales para afrontar los cambios y resistir frente a los inmovilistas.

En ese sentido, me alegra mucho la reciente sentencia de Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) que rechaza la paralización cautelar de las obras de la MetroGuagua en Las Palmas de Gran Canaria que había solicitado un colectivo vecinal. Ha prevalecido el interés general frente a intereses corporativos minoritarios de los que parece interesarles poco la mejora de la movilidad urbana. De la que, tiempo al tiempo, también ellos se beneficiarán.

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