La mente y el psicólogo
Un martes cualquiera ·
El poder de la mente es tan poderoso, tan bestial, que las enfermedades que suele generar -hablo de, por ejemplo, depresiones o trastornos en la alimentación- en muchas ocasiones se torna definitivo. Te nubla, no te deja ver más allá y las salidas de ese pozo negro en el que sin darte cuenta te ves inmerso, dejan de existir. Eso en los casos más graves, aquellos que en última instancia presentan el suicidio como única escapatoria a tan cruenta tortura. Y precisamente este tipo de muerte es un tema que sigue generando debate dentro de la ética periodística y de las propias instituciones. La norma instaurada es la de no exhibir los fallecimientos voluntarios por evitar un efecto llamada. También ayuda a preservar la intimidad del difunto en beneficio de su familia, que suele sentir afrenta de la elección de su ser querido.
Sin embargo, hay psicólogos que defienden que este trato informativo lo único que hace es alimentar el tabú de una de las principales causas de mortalidad. Defienden que tapando no se combate el problema. Todo lo contrario, es contraproducente a la hora de prevenirlo.
Personalmente, entiendo ambas partes y me cuesta posicionarme. Lo que sí tengo claro es la importancia de la figura del psicólogo en la sociedad. En un mundo donde la ansiedad, las inseguridades y las frustraciones son males frecuentes por nuestro estilo de vida, ellos suponen una luz a la que la gente cada vez le cuesta menos acudir. Antes era motivo de vergüenza, la terapia era para los locos. Hoy afortunadamente se ha aceptado que la salud mental es prioritaria. Imprescindible para tener calidad de vida y, en ocasiones, evitar finales fatales.