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Con el vaticinio del derrumbe de Ciudadanos, vale el exministro de Sanidad como mal menor a juicio de lo que queda de aquella burguesía catalanista de antañoEl pulso editorial de un periódico es su sintonía con la sociedad, el ritmo prescriptor que imprime a su acción jornada tras jornada. Tenerla o no, indica tu fuerza y pujanza social, el cumplimiento de la quintaesencia de la prensa libre: la prescripción y orientación, con reciprocidad, del territorio al que te debes. En el caso de CANARIAS7 es, evidentemente, el archipiélago y su nacimiento el 2 de octubre en 1982 se explica al calor del estreno del autogobierno. Y así por cada cabecera, incluidas las estatales. El origen, la consolidación y, si ocurre, el cierre de un rotativo siempre va parejo a un ciclo histórico. Por eso gestionar un diario nunca será, ni como empresa ni como producto, como vender frigoríficos. Los declives de los regímenes políticos conllevan disfunciones y potenciales posiciones de fuera de juego que también tienen su eco en el universo mediático.
Algo que se observa en el 14F. 'La Vanguardia' trata de resituarse en un panorama que hace tiempo no entiende, que se le fue de las manos desde que CiU dejó de ser la plataforma del 'pujolismo' que se entendía con Madrid y servía de muleta parlamentaria del bipartidismo dinástico. Que Artur Mas y el espacio posconvergente más notable hasta hoy (Junts) iniciara el 'procés' no estaba, ni por asomo, en la hoja de ruta del Grupo Godó. Y ahora 'La Vanguardia' confía en que, de algún modo, el 'efecto Illa' devuelva a Catalunya al mundo de ayer. Tal es la rareza que, por otro lado, pudo verse el pasado sábado por la noche en La Sexta al presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, respaldando el voto a Salvador Illa. A un PSC que, todo sea dicho, tampoco es el de la época de Pasqual Maragall. Con el vaticinio del derrumbe de Ciudadanos, vale el exministro de Sanidad como mal menor a juicio de lo que queda de aquella burguesía catalanista de antaño deseosa de posibilismo al precio que sea. Y el panorama que arroje el 14F, y si no hay repetición electoral, seguirá marcando unas coordenadas que estarán cada vez más distanciadas de las que imperaron durante décadas: los votantes de CiU compraban 'La Vanguardia' y los del PSC leían 'El Periódico'.
A la ultraderecha neoespañolista no le gusta la prensa libre. Llega su sectarismo a tal extremo, que Vox mantiene una guerra con 'Abc'. Dicho de otra forma, lo que subyace en el cabreo del partido mesetario de Santiago Abascal es que el 'Abc' se tendría que deber a ellos. Es decir, Vox pretendería manejar implícitamente su línea editorial que, sin embargo, aspira a ensanchar su público y alcanzar una mayor transversalidad. Y eso indigna a la extrema derecha que mastica, como asimismo lo hacía José María Aznar en su particular cruzada contra el 'felipismo', que determinada bancada mediática tiene que seguir su dictado a las duras y a las maduras. En fin, en etapas de confusión y polarización política, como la que vivimos en la actualidad y es síntoma inequívoco de la quiebra del contrato social que acompasó la irrupción del régimen del 78, es consustancial estas pugnas soterradas. Lo importante es preservar tu independencia para no sucumbir a la catarsis.
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