Secciones
Servicios
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Gaumet Florido
Los críos andaban metidos en una porfía y yo, que conducía, me limité a poner el oído. Hace años que en su cole la dirección decidió intervenir en el uso de los patios del centro. Uno de ellos, el más grande, se lo disputan todos para jugar al fútbol. Y el problema es que, en el colegio, como en la vida, el más fuerte, el más grande, el poderoso, o el que tiene el dinero, es el que manda. ¿Qué pasaba entonces? Que los del último curso, los de 6º, se llevaban siempre el gato al agua. Pero vino la ONU, que en el colegio es la directiva de profes y que en este caso, sí manda, y fijó un sistema de uso que garantiza que todos, grandes y pequeños, jueguen en el patio codiciado.
Sin embargo, este particular orden tiene una grieta: la primera semana del curso. Y claro está, los fuertes, los de 6º, imponen su ley. El pequeño se lo reprochaba al mayor. «Insolidario», le soltó. El otro, sin despeinarse, le recordó: «Sabes que siempre ha sido así, la cancha es de 6º esa semana». Y mientras escuchaba, pensaba yo: seguro que el que ahora se queja hará exactamente lo mismo el año que viene. Como el partido, o el político, que dice una cosa cuando está en la oposición, y no tarda una semana en calcar los tics del poder cuando ya se siente con el bastón de mando.
Ya ven. Debe de ser algo genético. Se aprende desde crío. Es un lamentable patrón que se repite y que, desde mi punto de vista, nos baja escalones en esa cúspide de las especies en las que solemos autocolocarnos. Nos creemos superiores, pero en esto el resto de los animales nos ganan: lo que saben que les va mal (y por estos comportamientos a los humanos nos ha ido históricamente mal), se lo pasan de generación en generación, vía selección natural, para evitar tropezar otra vez en la misma piedra. Estos días escuchaba a Boris Johnson y su sesuda y compleja advertencia de que el Reino Unido se librará de los grilletes de la Unión Europa como el Increíble Hulk y me autoconvencía de que el talón de Aquiles en la teoría de la evolución de Darwin es precisamente el ser humano.
Este señor no ha entendido nada. Pero ni él ni los miles que le votarán. Ni Putin ni los que le siguen. Ni Salvini y los suyos. Ni Trump. Se repiten patrones de la Europa de entreguerras. Radicalización nacionalista y líderes políticos histriónicos. Miedo me da. Y lo peor es que la ONU, la de verdad, no podrá poner orden en este otro patio.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.