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Antes a la televisión se la llamaba «la caja tonta». Arcadio Suárez
No es magia

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...y los gatos tocan el piano ·

Domingo, 17 de julio 2022, 07:14

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El filósofo Jürgen Habermas articula su Teoría de la acción comunicativa en torno a un nada fácil concepto de racionalidad que implica a un «sujeto capaz de lenguaje y acción». Y digo nada fácil porque, tradicionalmente, el ser humano se ha entendido a sí mismo como un ser racional por el mero hecho de serlo. Como si por el hecho de nacer se nos concediera, por arte de magia, la racionalidad, y nada más lejos de la realidad. Basta mirar el video de cualquier pariente cercano, como los monos o chimpancés, para observar que, en líneas generales, son más las similitudes que las diferencias.

El ser humano, dice Habermas, es potencialmente racional en tanto sea capaz de expresarse por medio del lenguaje y de determinar su acción. Con lo primero quiere decir hacer uso de un lenguaje argumentado orientado al entendimiento y en el cual la verdad y la corrección tengan más valor que la simple efectividad. Y también en ser capaz de exigir que los demás usen con nosotros ese lenguaje: exigir razones y no conformarnos con cancaburradas. Conformarse con el argumento de que todos los males actuales son culpa de la ETA o aceptar que no hay cambio climático sino el típico calor de julio es ser idiota sin remedio.

Entrar en cualquier red social, especialmente en aquellas no tan orientadas a los videos de gatitos o a la última hazaña personal, o leer los comentarios de las noticias en las versiones digitales de los medios basta para comprender que la racionalidad es un logro muy difícil de adquirir. A esta situación, obviamente, contribuimos los medios de comunicación, legitimando posiciones manifiestamente falsas, o encumbrando a perfectos ignorantes, como los nuevos gurús que van a salvar al mundo. Muchos periodistas pueden vacilarse a los oyentes o televidentes porque o los unos son muy listos o los otros son muy tontos. Y es una evidencia de muchos años que Antonio García Ferreras y Eduardo Inda no se cuentan entre los más espabilados del lugar. Que dos payasos tan «burdos» se hayan burlado de tanta gente es algo que hay que hacerse mirar.

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