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La aporofobia es el término que define el miedo a la pobreza y a la persona pobre. La población más vulnerable y las «clases populares» son, además, objeto de escarnio cuando se habla de economía sumergida. Ese señor que cobra el paro y hace chapuzas bajo manga o esa mujer que limpia escaleras y cuida a mayores sin mediar factura. Sin esos trabajos miserables no superarían la primera semana de cada mes, pero contra ellos van los luchadores contra el fraude de traje y chaqueta que después aparecen en los papeles de Panamá.
Precisamente, esta semana hemos conocido cómo una quincena de grandes empresas se organizó entre los años 2002 y 2016 para amañar concursos públicos de licitación en relación con las vías ferroviarias. Compadreando durante 14 años para repartirse el dinero público, engañar a las administraciones y disparar los sobrecostes. La empresa que ganaba, que a veces elegían al azar, debía repartir entre las demás el 6% de lo que se lograba con el contrato. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) acaba de multar a esas empresas, que, entre todas, deben pagar 118 millones de euros. Cualquiera podría decir que en España la corrupción sale a cuenta y que, si vas a robar, mejor hazlo a lo grande, porque, como todo buen negocio, los beneficios son cuantiosos.
Hace solo año y medio el estudio EY Global Fraud Survey, elaborado con casi 3.000 encuestas en 62 países, revelaba que el 50% del empresariado español reconocía que el soborno y la corrupción son «prácticas habituales» en el sector. También, cómo no, en la política: ahí tenemos a ese siniestro ser llamado Villarejo y a su policía política, auspiciados desde instituciones estatales y jaleados por un grupo a sueldo de autodenominados «periodistas».
Con este panorama, y escuchando a los candidatos (todos machos, ninguna hembra) a la presidencia del Gobierno en esta ya larga precampaña electoral es realmente difícil decidir a qué partido votar para recuperar nuestra maltrecha democracia e instaurar unos mínimos principios éticos en la vida pública. Como la elección dista de ser una cuestión sencilla, vale la pena recordar quién ha robado dinero del erario, a quién le han estallado las cloacas en la cara o a quién le molesta la libertad de las mujeres sobre sus derechos reproductivos o que la gente LGTBI y las personas migrantes tengan los mismos derechos y dignidad que el resto de las personas.
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