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Les aseguro que, en estos momentos y por lo que observo en la gente que trato diariamente, estamos percibiendo el mundo a través de un filtro, que ya no sé si ha sido creado adrede por esos poderes secretos a los que aluden los conspiranoicos o, de alguna forma, hemos inventado nosotros mismos como uno más de los muchos mecanismos de defensa que hemos creado en los últimos años para sobrevivir psíquicamente. Además, nada tienen de secretos esos poderes ocultos de los que hablan; para cualquiera que tenga dos dedos de frente, es obvio lo que está pasado en los distintos niveles que nos afectan, muchas veces sabiendo los nombres y apellidos de quienes mueven los hilos. No es una conspiración, es como un arrastre en un juego de cartas, que utilizan para quitar las posibles bazas al oponente, sabiendo que así queda inerme. Eso es lo que han hecho siempre, pero más claramente y sin tapujos desde la última década del siglo pasado. También es evidente que lo que pasa hoy es consecuencia de cómo hemos hecho las cosas en estos años.

Así ha sido en El Mundo, en España y en Canarias, y por lo visto, quienes se hacen cargo de su parte del cotarro, obedecen a una idea única, que es la de controlar cada parcela del planeta sin que nos demos cuentas. Un ejemplo claro es la utilización del dinero de cada cual, que camina hacia el dinero virtual y la desaparición de la moneda física; el uso de las tarjetas de débito y crédito, Bizun, Pay-Pal, criptomonedas y otros sistemas está muy extendido, sobre todo en las generaciones más jóvenes, aunque todavía queda un gran sector de la población que se resiste, pero que finalmente claudicará porque llegará un momento en el que no habrá otra forma de pagar, cobrar, comprar, vender o incluso regalar.

Esto significa que todo pasará por conductos financieros, y se podrá controlar los comportamientos de cada persona a través de sus pagos cotidianos. Y hay otras formas, como la informatización de las farmacias y otros sectores, con lo que vamos dejando un rastro de usos y costumbres, de enfermedades que padecemos y, por supuesto ya pueden saber cuánto gastamos en agua corriente, en energía e incluso las derramas en las comunidades de vecinos. ¿Quiénes son las personas que se aprovechan de esa información obligatoria que damos de nosotros? Pues quien tenga acceso a ella, y finalmente la utilizarán a lo grande las manos que, de toda la vida, tienen agarrado el mango de la sartén. La Pandemia les ha venido muy bien para acelerar todo ese proceso, y ahora que la gente se comporta como si ya no hubiera amenazas para la salud pública, la sociedad funciona en modo pandemia: citas previas, horarios restringidos y ralentización y supresión de servicios.

Estamos como no queriendo mirar lo que se nos echa encima; aparte de una sequía bíblica y metidos de perfil en una guerra que no sabemos hacia dónde conduce, se anuncia más inflación, quién sabe si aumento del desempleo, subida de intereses, un invierno helado allí donde pega fuerte, y están encima de la mesa docenas de problemas que resolver, pero siempre son parches. Después del último gran incendio en Gran Canaria, y después de que Federico Grillo nos informara con detalle de esa nueva capacidad destructiva de los incendios forestales, se dijo que había que obrar en consecuencia para, por ejemplo, retirar el vegetal combustible que se acumula en los barrancos, porque tiene un potencial que escapa a cualquier acción de los bomberos. Pues nada, que yo sepa, los barrancos siguen más o menos igual, y el asunto de las cabras cimarronas, relacionado con esa limpieza de manera natural, y que fueron objeto del tiro al blanco, es para enmarcar.

Por otra parte, mientras escondemos la cabeza en la arena (playas tenemos para aburrir), nos hacemos los locos y desarrollamos la capacidad de no afrontar la realidad, porque, entre otras cosas, no nos lo acaban de explicar claramente, sino como una neblina difusa. Se toman medidas que encuentran oposición frontal, como siempre. Si se hubieran tomado otras, los oponentes procederían de la misma forma. La sociedad está desmovilizada, porque aquí tragan hasta los otrora críticos sindicatos. La verdad es que está el patio como cuando tienes muchas cosas que hacer y no sabes por donde empezar. Se nos viene un mundo distinto y me parece que no trae libro de instrucciones. Pues eso, a la playa, o a la plaza, a bailar a los sones del Sinatra de turno, que es la fiesta de San Honorato y es gratis (ah, no, que paga el municipio).

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