Esto es la leche... y lo que queda
Del director ·
¿Nadie se dio cuenta de cómo llegaba el director general después de una fiesta de 11.000 euros?Puedo entender el enfado del empresario al que le dijeron que tenía que pagar, como gesto de buena voluntad, la factura de 11.000 euros de una juerga en un hotel de la capital grancanaria, con media docena de asistentes, entre ellos un alto cargo del Gobierno y un general de la Guardia Civil... como también puedo entender el enfado de otro empresario que va pagando religiosamente lo que le dicen en favor de un club deportivo controlado por un diputado y que, en paralelo, ve que los favores que pide no se concretan.
Pero me cuesta entender que nadie supiera nada. Que casi nadie se diera cuenta de que había un director general que difícilmente iba a llegar en condiciones a su despacho tras una juerga de varios días. O que por el Congreso de los Diputados desfilasen de la mano de un parlamentario hombres y mujeres del sector ganadero y nadie se preguntase por qué tanta coincidencia, cuando resulta que el diputado había sido también director general del ramo y su sobrino había heredado el cargo.
Ya puestos, tampoco entiendo que el director general de las fiestas de varios días apartase a funcionarios que no hacían otra cosa que cumplir lealmente con su trabajo y nadie se enterase. Ni la consejera, ni el resto de miembros del Gobierno, sobre todo cuando el sector afectado -el ganadero- estaba pasando por un duro trance.
Sigamos con las cosas que cuesta entender: ¿cómo se explica que el Cabildo de Tenerife aceptara la marcha sin mayores explicaciones de un director insular de Deportes que llegó al cargo por la cuota socialista y que se fue denunciando unos extraños cargos en una tarjeta de El Corte Inglés, cuando resulta, como queda acreditado en sentencia en primera instancia y en segunda ante la Audiencia, que el propio denunciante había participado en las compras de marras? ¿Y tampoco entonces saltó alarma alguna en Cabildo presidido por el socialista Pedro Martín?
Solo con todos esos interrogantes, más doce detenciones y un nada menos que un general jubilado de la Guardia Civil encarcelado, habría motivos suficientes para señalar que el caso Mediador pinta muy feo. Pero, por lo que se va sabiendo, queda leche que ordeñar y quizás se la amargue el contenido de la escudilla a más de uno.
Porque ya es evidente que en esta trama corrupta (presuntamente) se entraba en muchos despachos, se abrían demasiadas puertas, se prometían muchos favores, se multiplicaban las juergas... ¿y de verdad que nadie sabía nada?