Las trabas al parque acuático
Sábado, 10 de junio 2017, 13:14
Cuesta encontrar una justificación a las demoras que sufre el proyecto del Grupo Loro Parque para levantar un parque acuático en El Veril, en San Bartolomé de Tirajana. Explicaciones a esas trabas abundan, porque a nadie se le esconde que la burocracia es uno de los males endémicos del Archipiélago, como también son de sobra conocidas algunas presiones empresariales -canalizadas tanto por la vía contenciosa como directamente sobre las instancias públicas- para frenar una iniciativa que es a todas luces positiva para Gran Canaria.
Conviene tener presente que nadie habla de favores, sino de un grupo empresarial que arriesga su capital para complementar la oferta turística de Gran Canaria. El tándem de sol y playa ya no empieza a ser suficiente para el turista, que exige una oferta de ocio que le ayude a llenar los días de estancia en el destino. Y en especial cuando se trata de turismo familiar. Es ahí donde la empresa fundada por Wolfgang Kiessling aparece para dar el salto de Tenerife a Gran Canaria con dos proyectos que encajan a la perfección en esa demanda: por un lado, el Acuario Poema del Mar, que prevé abrir al público a finales de año en la capital grancanaria y, por otro, un gran parque acuático en el Sur. La experiencia del Loro Parque y del Siam Park acreditan la profesionalidad del citado grupo, que sabe cómo convertir sus negocios en cita obligada para el turista y en iconos de la isla donde se asientan.
Con esos avales, el Cabildo de Gran Canaria, el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana y hasta el propio Gobierno -por la vía de la declaración como proyecto estratégico- brindaron su apoyo desde un primer momento. Pero otra cosa fue el devenir del procedimiento administrativo. Como señaló esta semana Wolfgang Kiessling en la rueda de prensa ofrecida en la capital grancanaria, el Ayuntamiento sureño sorprende a propios y extraños con una petición de calificación al Cabildo que, además de extemporánea, abre la puerta a otra demora en la concesión de la licencia. Así las cosas, cualquier observador llegaría fácilmente a la conclusión de que lo que se desea es aburrir al inversor para que finalmente tire la toalla y elija otro destino. Si así fuera, el daño sería enorme, pues no solo Gran Canaria se quedaría sin un proyecto clave para dar un revulsivo a su oferta turística, sino que daría la razón a los que propagan que invertir en la Isla -y en toda Canarias en general- es una aventura imposible.