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La ley de la última noche

La ley de la última noche

Miércoles, 15 de julio 2020, 04:08

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Todos tenían un motivo para estar contentos, y todos los motivos eran distintos. El Parlamento canario echó el candado el 29 de marzo con una traca final dedicada al fin más noble de la política, ése que permite a sus señorías irse a casa satisfechos con el deber cumplido. La agria legislatura vivida no podía cerrarse sin dar un paso al frente, el que permitió aprobar (de noche y a última hora), por extraña unanimidad, la muy moderna ley de servicios sociales.

No faltaron voladores, y aún están por ahí los esforzados representantes luciendo el entusiasmo de haber resuelto una asignatura pendiente desde hace 32 años. En estas tres décadas, ningún gobierno fue capaz de cumplir con muchas de las obligaciones previstas en el prototipo inicial. Con esa desidia había que acabar, y han tardado más de ocho años en redactar las novedades. Resulta enternecedora la similitud entre el catálogo de buenas intenciones vigente desde 1987 y los cantos a coro en el patio de sesiones el otro día.

Aunque la historia se repite, las cosas han cambiado. Ahora más de cien colectivos sociales, los mismos que atienden las pobrezas allá donde las administraciones no se atreven, se dan por satisfechas con los avances. Van a poder cobrar a tiempo los servicios, y no tendrán que mendigar cada año las ayudas para mantener vivos sus proyectos, sustento de los humildes. Su esfuerzo ha impulsado el acuerdo final como no se había visto en estos cuatro años, pero las alegrías de los pobres suelen ser efímeras.

Las emociones de la última noche a veces nublan la visibilidad. Por ahora los nuevos derechos de los más débiles siguen en barbecho, no se estrenará el traje sin remiendos finales. Si aguantaron la crisis sin protestar, no esperarán que una ley acabe con la miseria.

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