La guerra del voto volátil
«La aparición de Vox moviliza a los votantes de izquierda, o debería, en sus diversas versiones. Aunque pase lo que pase el 28 de abril, todo apunta a que la tensión electoral persistirá»
Algunos andarán estos días especulando si la abstención es de izquierdas o de derechas. Tradicionalmente era de izquierdas, y prueba de ello fue en el año 2000 cuando José María Aznar consiguió la mayoría absoluta no por un aumento espectacular del PP sino por la incomparecencia de los votantes socialistas que no acudieron a votar a Joaquín Almunia que iba en coalición con IU y Francisco Frutos. Ni el PP ni el PSOE de entonces son los de ahora. Y no se trata de reivindicar las declaraciones de Alfonso Guerra, por ejemplo, que pronto recibieron respuesta de Iñaki Gabilondo de que tampoco España es la misma. Y es verdad. Aunque puede que el periodista no entendiera al exvicepresidente.
Todo ha cambiado o, mejor dicho, lo ha hecho a una velocidad todavía mayor desde la crisis económica y la consolidación de la digitalización. El problema reside en que nadie sabe qué sobreviene tras el ciclo electoral. Y los partidos carecen de la estructura de antes que les permitía liderar masas sociales, conquistar el poder y tomar una dirección política. A fin de cuentas, de eso se trata. Ahora vamos abocados a un tablero de pactos en el que la apuesta está en ver quién se salva o mantiene un número de escaños que le permita sobrevivir institucionalmente. Y listo.
La aparición de Vox moviliza a los votantes de izquierdas, o debería, en sus diversas versiones. Aunque pase lo que pase el 28 de abril, todo apunta a que la tensión electoral persistirá dada la elevada fragmentación. Es como si la política ahora se lleve día a día y no cada cuatro años para ir a votar. Tanta será la intensidad que echaremos en falta la placidez de la década de los ochenta o noventa que dominaba en las ciudades y pueblos del país donde la oferta se reducía a tres o cuatro siglas (por eso de los nacionalismos) pero cualquiera sabía a qué atenerse. ¿Y si en verano se repiten las elecciones generales? Dependerá primero de la ciudadanía cuando se pronuncie a final de este mes y, de paso, lo que digan los soberanistas catalanes llegado el momento. Otra cosa sería que se reproduzca el escenario andaluz que, gracias a la ultraderecha, PP y Ciudadanos desplazaron al PSOE en su feudo tradicional. Tanta fue la sorpresa que ahora Susana Díaz ni sabe qué decir con tal de salvarse porque intuye, y con razón, de que si Pedro Sánchez sigue en La Moncloa ya sus días políticos están contados. Habrá que estar atentos a las encuestas que van apareciendo. Pero no se sabe si tienen un mínimo de credo razonable o simplemente la jornada electoral nos encontraremos con una sorpresa, la que sea, que nadie otea en el horizonte. El voto es cada vez más volátil, como las relaciones de pareja, los emoticones en las redes sociales o la permanencia de una línea de móvil en una compañía telefónica. La vida misma.