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La estafa del lenguaje político

«Siento que nos engañan como a críos y que para eso no tienen el más mínimo rubor en manchar el noble arte de la política»

Jueves, 1 de enero 1970

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Gaumet Florido

No están a la altura. Los políticos que lideran los partidos en el Congreso de los Diputados tienen los ojos puestos en la hinchada y no en España y sus necesidades. Lo de la visión de Estado es pura entelequia. Basta una escucha parcial del fallido debate de investidura de estos días para que uno tenga ganas de darse contra una pared. Y lo peor es que, a la sensación de incapacidad e incompetencia que irradian, se le suma otra, la de la estafa: siento que nos engañan como a críos y que para eso no tienen el más mínimo rubor en manchar el noble arte de la política. Con ese fin, por ejemplo, tergiversan hasta la vergüenza ajena el lenguaje. Se fabrican una posverdad a base de maquillar, o mejor dicho, de prostituir las palabras.

Permítanme que les ponga ejemplos. Empecemos por el candidato a presidente, por el socialista Pedro Sánchez. Ha mancillado hasta la extenuación el significado de las palabras diálogo y consenso, dos pilares de cualquier sistema democrático con los que él camufla lo único que ha buscado en el otro, vasallaje y entrega. Lleva dos meses negociando. Eso dice. ¿Negociando qué? ¿Ha negociado algo más allá que déjeme ser presidente?

Pero sigamos con su socio preferente, con Podemos. El partido emergente y de nueva savia que, no obstante, parecía heredar aquella máxima del programa, programa del mítico Julio Anguita para dejar claro, decían, que su prioridad máxima era y es posibilitar políticas de izquierda en este país, ahora anda a la gresca por lo de siempre, por las mañas de la vieja casta política, aquella que se peleaba por sillones.

¿Y Albert Rivera? El líder de Ciudadanos tiene la habilidad de darle la vuelta a las palabras, y a la realidad, como un calcetín, sin ponerse colorao. Reprocha a Sánchez que «criminalice a los moderados». A ver. ¿Rivera acusando a otro de criminalizar? ¿El mismo que, en una falta de respeto a la institución del Gobierno y a la Cámara, se pasó su discurso llamando banda a Sánchez y sus posibles socios, con las connotaciones que ese término tiene en la jerga policial? ¿Y moderado? ¿Qué entiende Rivera por moderado? Debería hacérselo mirar.

¿Y qué me dicen de Teodoro García Egea, del PP, y su retórica apuesta por propiciar lo que él llama gobiernos de libertad? Qué forma de manchar un motivo de lucha durante siglos. Así llama a pactos que en algunos casos quieren volver a enjaular en un armario derechos civiles que ya no tienen vuelta atrás en el colectivo LGTBI, por ejemplo.

Y para terminar, fijémonos en Santiago Abascal, líder de Vox, que blanquea eso que tanto añora, la dictadura, asimilándola al supuesto ideario progre, o mancha el movimiento feminista tildándolo de supremacista, que es justo lo que define su visión de todo aquello que no sea españolista.

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