
Jurar bandera en Santa Catalina
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Con la celebración pública y masiva de actos como esta jura de bandera en el Parque, se muestra una consciencia clara y asumida de que la defensa de un país reside en el esfuerzo colectivoLoss orígenes de un juramento de compromiso y fidelidad pueden encontrarse en Roma, con el 'sacramentum' que convertía a los ciudadanos en legionarios, o en la Edad Media con el juramento de fidelidad de los súbditos a su príncipe o a su señor feudal, algo que se generalizó desde los primeros tiempos de la Reconquista. Para la forma más actual en España habría que esperar al siglo XIX, con la introducción del estado de derecho liberal, la oficialización de la bandera nacional, originariamente creada como en seña de la Armada, y la reorganización de los ejércitos en tiempos de la reina Isabel II.
Sin embargo, todo aquello ha cambiado mucho, en especial su significado, dado que ahora, cuando el carácter profesional de la totalidad de los componentes de las Fuerzas Armadas no debe hacer olvidar la necesaria cohesión social que haga sentirse al militar íntimamente ligado al servicio de la sociedad a la que pertenece, y a esta sentirse parte integrante del gran entramado que constituye la defensa nacional, se trata de un acto militar solemne, democrático y público, cuyo objetivo es mostrar la fidelidad y lealtad a la nación española a través de su mayor símbolo, la bandera, y, con ello, entender y asumir que la defensa nacional es una obligación y un derecho de toda la ciudadanía, como se desprende de la misma Constitución vigente y de la Ley de Defensa Nacional.
Así, con este acto solemne, festivo, que suele ser multitudinario, como ya se ha señalado reiteradamente, «la ciudadanía civil suscribe el compromiso de contribuir al bien común y de ser un buen ciudadano. La intensidad y dedicación de su labor será la que se haya comprometido ante sí mismo y la ejercerá desde el puesto que ocupe en la sociedad, ya sea en la familia o en su trabajo, en el ámbito privado o en el público», teniéndose en cuenta que la seguridad y defensa colectiva es una proyección de la seguridad y defensa individual, y que la seguridad, a todos los niveles, es lo que un estado debe dar siempre a sus nacionales.
Que ahora se celebre una jura de bandera con una enorme participación -mas de setecientas personas inscritas para jurar-, y que se celebre dentro de los actos conmemorativos del 450 Aniversario de la creación de las Milicias Provinciales de Canarias, es muy significativo, pues, como en los siglos precedentes, lo que vibra en el aire es la conciencia clara de un sentido de patriotismo muy actual, pero que tiene claros precedentes en la historia de Gran Canaria en particular, como del resto de las islas y de muchos otros lugares de España en general. Y es que, como ha señalado la Escuela de Guerra de Brasil, en una definición muy clarificadora, «la seguridad nacional es el grado relativo de garantía que a través de acciones políticas, económicas, sociales y militares, un estado puede proporcionar, en una época determinada, a la nación que jurisdicciona, para la consecución y salvaguardia de sus objetivos nacionales…».
Algo de ello lo encontramos en Gran Canaria si se estudia con detenimiento las mentalidades que influyen, en distintas épocas y ante diferentes acontecimientos, a la hora de planificar la defensa de la isla y la preservación de su seguridad. Pero, además, al recordar la creación de las Milicias Canarias, lo que supusieron a lo largo de cuatro siglos diferentes, llegan también las palabras de uno de los grancanarios más ilustres de todos los tiempos, Benito Pérez Galdós, que no dudó en proclamar como «no hay libertad sin ejército, ni ejército sin libertad».
Las Palmas de Gran Canaria, como otras poblaciones de la isla, en especial Telde y Guía -sedes de los antiguos Regimientos de Milicias-, acogieron desde la última década del siglo XIX y primeras del XX, importantes actos de jura de bandera, que constituyeron entonces unos eventos muy destacados y recordados en el tiempo.
En abril de 1904 un amplio artículo de prensa, titulado elocuentemente «La Fiesta de la Jura», daba cuenta de la gran jornada festiva que vivió la ciudad de Telde con la jura de bandera de los quintos del Regimiento 'Valencia', acampado en Gando en aquellos días, a la que acudió todo el regimiento, con su banda de música, bajo el mando del coronel José López Herrero, y que fueron arropados y aplaudidos por un enorme gentío.
Un año antes, una Real Orden de 18 de abril de 1903 transmitía la «satisfacción con que ha visto la cooperación de las Autoridades Civiles y diversos elementos sociales para el acto de la Jura de Bandera en Las Palmas, siendo la voluntad de S. M. que se den las gracias en su real nombre a cuantos han contribuido por todos conceptos al al mayor éxito y esplendor de una función del servicio que tanto ha de contribuir á dar prestigio y elevar el concepto de la patria».
El 1 de abril de 1906 habría un nuevo acto de jura de bandera en el parque de San Telmo con motivo de la visita de Alfonso XIII. «La Jura» fue el título de otro significativo artículo de prensa a propósito de la celebrada en el parque de San Telmo el 18 de agosto de 1911, y allí, en abril de 1913, bajo el mando del General Gobernador Militar de Gran Canaria Luis Martí Barroso, tenía lugar una nueva ceremonia ante la enseña nacional.
Hoy se conservan curiosas fotografías de actos de jura de bandera por muy diversos lugares de la capital grancanaria, como los celebrados en la plaza de Santa Ana, la alameda de Colón, la plaza de Las Ranas, San Telmo o La Isleta, pero nunca se había utilizado para ello un lugar tan significativo como el parque de Santa Catalina, especialmente adecuado para cuando una jura se dirige a personal civil y conmemorando el 450 Aniversario de la creación de las Milicias Provinciales de Canarias y lo que ellas supusieron para la consciencia y el sentir colectivo de los insulares. Santa Catalina es símbolo de un espíritu grancanario cosmopolita, que mira al porvenir, que se siente emprendedor, consciente de que, como ya hicieron sus antepasados, es necesario tomar en propia mano los destinos colectivos, y en ello sigue siendo fundamental entender que la seguridad y la defensa es derecho y deber de toda la ciudadanía. Este parque de ayer y de hoy, que siempre mira al futuro, instituido en santo y seña de las tradiciones y costumbres más actuales, es ahora también reducto de consciencia y deberes ciudadanos que se expresan con un delicado beso en la enseña nacional.
Si, como ya señaló el profesor Rumeu de Armas, «no se puede hablar en Canarias de un ejército permanente, ni de una auténtica organización militar hasta los tiempos de Rodrigo Manrique de Acuña y de Don Pedro Cerón, en los que las Milicias Canarias se estructuran y organizan no para una operación determinada, sino como algo permanente y estable, encargada de la defensa del país frente a sus invasores», ahora podemos decir que, con la celebración pública y masiva de actos como esta jura de bandera en el parque de Santa Catalina, se muestra una consciencia clara y asumida de que la defensa de un país reside en el esfuerzo colectivo, junto a sus fuerzas armadas, de toda la ciudadanía; un deber y un derecho que le otorga su norma suprema, la Constitución, y que la ciudadanía convierte en un honor estable y permanente.
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