ULPGC 35 años para el progreso y el futuro
No es casual, ni aleatorio, ni mera formalidad, que muchas universidades lleven el nombre de la localidad donde se asienta, y mucho menos lo es ... para la que, tras años de luchar por ella, y después de varios siglos y muchas generaciones añorándola, engalana hoy el paisaje urbano, social y cultural de Las Palmas de Gran Canaria, como uno de sus hitos más identitarios. Celebrar 35 años de vida universitaria en la capital grancanaria es mucho más que un mero cumpleaños, incluso que un inevitable regocijo personal de quienes, año tras año desde aquel inolvidable 26 de abril de 1989, han hecho posible esta gozosa realidad universitaria, que venía a colmar las inquietudes de los espíritus, pero también las exigencias y los requisitos que la consecución del progreso insular requería ya casi en las puertas del siglo XXI.
Como ya se señaló hace diez años, y a propósito del cantar de tango, quizá 35 años no es nada, pero feliz la mirada ha ido mucho más lejos de lo esperado, aunque, como en toda obra humana, quizá aún queden pendientes algunas iniciativas, algunos requerimientos de la sociedad e, incluso, entrever nuevas vías. Pero, treinta y cinco años después, se ha avanzado muchísimo más de lo que la mayoría esperaba entonces, y por sendas que eran incluso difíciles de entrever, aunque, y lo vuelvo a repetir, «en el fondo de los corazones isleños, donde arraigó con fuerza la esperanza y germinó ferozmente la inquietud por construir el progreso, todo se esperaba, todo se concebía como posible, todo era una puerta abierta a un futuro que ya nadie podía negar a Gran Canaria», una puerta que debe abrirse aún más en el marco de este aniversario.
Fue un clamor popular, un ímpetu que surgió espontáneo en la inmensa mayoría de los hogares isleños, en los debates y las aspiraciones de entidades socio-culturales y deportivas, en círculos, tertulias o agrupaciones que se formaron al efecto, en el seno de una democracia que entonces caminaba sus primeros pasos y encontró en esta reivindicación, que emanaba del pueblo y venía a incidir directamente en la misma conformación del debate institucional canario, una piedra de toque que contribuyó decisivamente a redefinir en gran medida el propio paisaje político regional. Un clamor que prendía y crecía en el momento oportuno, pero asentado en una larga y arraigada tradición que encontraba sus raíces a comienzos del siglo XVIII, cuando el Obispo Manuel Dávila Cárdenas solicitó una Universidad para Las Palmas y se creó años después una Universidad Pontificia, pero no la que se solicitaba.
Una historia de reivindicaciones universitarias que se concretó ya en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, cuando se definieron y concretaron las propuestas prenderían con fuerza inusitada, y la misma creación del Colegio Universitario de Medicina fue punto de inflexión indiscutible en esta historia.
En abril de 1989 todo aquel proceso largo, difícil, durísimo, se vio recompensado y culminado con la aprobación de la Ley Universitaria de Canarias, que permitiría la inmediata creación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, una honda aspiración que los isleños habían sembrado y cultivado en lo más hondo de su ser y sentir, traspasándola generación tras generación durante décadas. Y entonces el clamor, el ímpetu, la acción pasó del pueblo, de la calle, a los técnicos, a los especialistas, a los profesores e investigadores, a las aulas y a los laboratorios, al conjunto de la comunidad universitaria que, con su ilusión y entrega cotidiana, comenzaba a construir esa realidad que es hoy, treinta y cinco años después, la ULPGC.
Pero la sociedad no sólo no ha olvidado la Universidad, su día a día, sino que ha sabido estar a su lado constantemente, y no sólo con un apoyo efectivo, fecundo, pero colateral, sino imbricada directamente, haciendo ver a la institución universitaria caminos que entendía que también debía afrontar y recorrer; aplaudiendo, cuando lo merecía, y ejerciendo la crítica constructiva cuando fue necesario. Y esa imbricación se justifica y se recuerda en ese monumento, promovido por la FULP en el Campus de Tafira Baja, con el que la inmensa mayoría de las nuevas generaciones de alumnos y profesores se encuentran a diario, que señala textualmente «Al Pueblo de Gran Canaria verdadero impulsor de la creación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria» hace 35 años. Y por eso mismo se entiende que su lema del 35 Aniversario sea 'Por ti, contigo'.
El primer gran acto académico solemne de la ULPGC tuvo lugar, con el Teatro Pérez Galdós como paraninfo eventual, el 10 de abril de 1992, casi recién nacida la institución. En aquel acto, Juan Díaz Rodríguez, que era investido como uno de los dos primeros Doctores Honoris Causa de esta universidad -el otro era el tenor Alfredo Kraus-, reseñaba en su intervención que «Estamos en el año 1992 y nuestra Universidad se crea casi para festejar el V Centenario…» Se refería al descubrimiento por Colón de esa América que, siglos atrás España había llenado de universidades, mientras en estas islas sólo se lograron dos universidades en el mismo límite del siglo XX. Pero, treinta y cinco años después, podemos también verlo de otra manera. La ULPGC nace justo en un momento de cambio, de grandes transformaciones en el orbe universitario español. Aparecen nuevas universidades con objetivos y estilos que difieren cada vez más de lo que había marcado el orbe universitario tradicional hasta ese momento. La sociedad en su conjunto, en todos y cada uno de sus sectores, cambiaba y se adecuaba para afrontar y sumergirse en el nuevo siglo, en las novedades que conllevaría. Esa sociedad requería una universidad también distinta y ajustada al tiempo y a las visiones del mundo que comenzaban a gestarse y a extenderse en todo el mundo, de lo que la cercana Exposición Universal de Sevilla fue un buen altavoz. La ULPGC con sus treinta y cinco años es una universidad joven, sí, pero no imberbe, es la expresión de una sociedad que ha tenido que mirar al futuro y, una vez más en su historia, dar un giro profundo para adentrarse y hacerse con el futuro, y para ello se ha preparado concienzudamente, y deberá seguir haciéndolo con toda la intensidad que le sea posible. Ese es uno de sus mayores valores atesorado, por muchos y para muchos, a lo largo de más de tres largas décadas. Y con ello lograremos, como señalaba el Dr. Juan Díaz Rodríguez en 1992, «convertir nuestra región en una Comunidad culta y próspera, que sea punto de referencia obligada para los tres continentes que durante siglos han visitado nuestros puertos, nuestras aguas, nuestras tierras».
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