San Lorenzo, fiesta mayor histórica

Como apuntaron las investigadoras Reyes Escalera y Rosario Camacho, «la fiesta en sus diferentes aspectos -lúdica o luctuosa, regia o religiosa, urbana o popular- se ha revelado como una poderosa fuente de información de hechos de cultura» (2007). Por ello, estas celebraciones no se pueden asumir meramente como un tiempo de divertimento, de expansión, de mero jolgorio, sino desde una perspectiva mucho mayor e integradora, aquella que observa el conjunto de tradiciones, usos y costumbres, sentires y modos de ver y entender el propio entorno. Pero, sobre todo, escudriñar y entender qué significa y representa una fiesta para una comunidad determinada, a la vez que es lo que representa ante otras comunidades más amplias en las que, a su vez, se integra.

Si «la fiesta» ha sido, a través de la historia, un elemento esencial para las distintas sociedades y culturas, hoy pueden y deben ser verdadera representación simbólica del papel que una comunidad ha jugado en el devenir del conjunto de una sociedad, en sus aportaciones a transformaciones sociales, urbanas, económicas o culturales significativas. Por ello, llegados los días de agosto se plantea, un año más, el enorme significado que en la actualidad tienen, para el conjunto del municipio de Las Palmas de Gran Canaria, las célebres, antiguas e históricas Fiestas del pueblo de San Lorenzo, cuyas tradiciones, como el volcán de fuegos y luminarias, en la madrugada del 10 de agosto, han sido distinguidas, merecidamente, como Fiestas de Interés Turístico Regional. Unas fiestas donde el vecindario puede percibirse con mayor intensidad copartícipe de un destino común, de una historia que le diferencia y de un futuro para el que saben hacer causa común.

Las «Fiestas de San Lorenzo», que son fiestas mayores para el municipio capitalino, deben ser no sólo «fiestas de la ciudad», sino fiestas «históricas», pues su celebración y su misma existencia es símbolo de uno de los momentos claves en el devenir y las transformaciones de lo que en la actualidad es Las Palmas de Gran Canaria. Y aún hoy, el pueblo de San Lorenzo representa un espacio donde el porvenir se juega muchas oportunidades. Por ello se debe entender esta fiesta mayor como un orbe real, y al tiempo onírico, de lo que San Lorenzo ha sido, es y será para Las Palmas de Gran Canaria. Unas fiestas que nos hablan de alegrías, de historia, de presente y de futuro, pero que representan lo que es un verdadero patrimonio material e inmaterial a rescatar, potenciar y trasladar tanto al conjunto de la población capitalina, como de la isla y de sus visitantes.

No es de extrañar que un artista inmenso como Jesús Arencibia, que aunque nacido en Tamaraceite siempre se sintió aquí como un vecino más, comprometido con sus valores, con su pasado, con sus expectativas e ilusiones, que dejó al antiguo «Lugarejo» perfectamente representado en su ser y sentir en muchas de sus obras, y que gustaba decir «devuelvo al pueblo lo que el pueblo me prestó», tuviera al paisaje y al alma del pueblo de San Lorenzo como uno de los paradigmas de su quehacer artístico, de su construcción de la realidad insular.

Por ello el homenaje y el recuerdo que se le tributa en estas Fiestas de 2023, pues son un pilar en el que también se fundamenta parte de la identidad histórica de esta comunidad, y por ende de sus «fiestas». Quizá, por ello, varias de sus primeras obras en tinta y acuarela sobre papel, allá por 1933 y 1934, sugieran el espíritu de textos como el de Pablo Artiles, cuando en sus 'Estampas de los pueblos de Gran Canaria' (1937), que cerraba precisamente con San Lorenzo, señalaba como «Este caserío primitivo es una viñeta que adorna, escondida, estos campos cercanos a Las Palmas… Porque conserva toda su vetusta apariencia campesina, estando tan próximo a la Capital. Hasta las mismas vías de comunicación parecen que lo dejan oculto entre montañas, como recuerdo vivo de un auténtico pueblo canario, resguardándolo de la 'epidemia de asfalto' que parecen contraer las poblaciones…».

Unas líneas que nos remiten a otras de un anónimo viajero, rescatadas por Simón Benítez Padilla bajo el título de 'Gran Canaria a mediados del siglo XIX' (1955), que contemplaba como esta «población yace en un profundo valle rodeado de grandes montañas» y precisaba que «compónese su jurisdicción de 5.000 personas repartidas en los siguientes pagos: Tenoya, Tamarazayte, Toscón, Dragonal, Lauretal y Colmenar…».

Y si hay algo que ha señalado a los hijos de este lugar y pueblo de San Lorenzo desde sus orígenes, es su capacidad de esfuerzo, sacrificio y trabajo constante en pro de los retos que se ha formulado a través de los siglos, algo de lo que estas fiestas grandes son símbolo y una realidad palpable, impulsadas siempre por una inquieta, valiente y tenaz Comisión Organizadora, que pasa de generación en generación.

Un curioso y poco conocido acuerdo del Cabildo Catedral de Canarias, con fecha de 27 de septiembre de 1680, señalaba como «…al memorial de los vecinos del lugar de San Lorenzo en que piden se sirva el Cabildo erigir en Parroquia la ermita que allí tienen atento al mucho vecindario y hallarse dotada la lámpara para el Santísimo se acordó que acudan al Señor Obispo sin perjuicio del derecho del Cabildo…» a lo que añadía entonces como era un texto revelador «…pues evidencia el tenaz esfuerzo sostenido por el vecindario de San Lorenzo para sacar adelante los diversos trámites que requerían…», gracias a los que «…meses después el éxito coronaba sus noble deseos…». Una comisión de vecinos, inquieta, laboriosa, eficaz, que podría, desde una perspectiva actual, considerarse precedente y origen de esas comisiones de fiestas que siglo tras siglo, hasta el presente, han llevado el timón de estas fiestas y las han convertido en verdadero símbolo identitario de este pueblo, siendo hoy Fiestas mayores de La Ciudad, pues señalan a una parte ineludible de su historia.

El 1 de agosto de 1865 el periódico grancanario El País resaltaba como «El 10 del corriente se celebrará en el vecino pueblo de San Lorenzo la fiesta a su patrono, con la solemnidad de costumbre», y dos años después destacaba que los «festejos estuvieron concurridos y animados, y los fuegos artificiales, obra del pirotécnico D. Pedro Rodríguez, fueron bastante aplaudidos», lo que da pistas de la antigüedad y tradición que entonces ya tenían. Hoy son fiestas grandes de la ciudad que no escapan a ningún medio de comunicación, ni a todas las redes sociales. Son una realidad de la que Las Palmas de Gran Canaria puede estar orgullosa, pues vive y disfruta una verdadera fiesta representativa de su historia.