Controladores aéreos
«Hay que fijarse en el dueño del cotarro, por permitirse ciertos lujos, con control a 1.500 kilómetros de donde más de 2 millones de personas nos jugamos las castañas»
En España se da la circunstancia de que hay controladores aéreos de primera y de segunda. Por desempeñar funciones muy parecidas los hay que ganan ... X y los hay que ganan X menos un buen porcentaje. Todo depende de dónde estén operando. Y Canarias no es una excepción. Ganan más los emplazados en las islas capitalinas.
Normal que los que que ingresan menos aspiren a ser equiparados. Y lógico que sea a través de movilizaciones a su alcance. Con servicios mínimos severos, están optando por hacer huelga, operando a tarea mínima, que no es otra cosa que cumplir a rajatabla con protocolos de actuación y respetando sus periodos de descanso. Y simplemente con este proceder están siendo partícipes de una ralentización de la operativa cotidiana en los aeródromos implicados. El paradigma más significativo durante estas últimas semanas está siendo el aeropuerto de Lanzarote César Manrique.
La responsabilidad es atribuible en primer término a la subcontratada para gestionar las torres de control. Pero no es exclusiva. Hay que fijarse en el dueño del cotarro, por permitirse ciertos lujos, con control a 1.500 kilómetros de donde más de 2 millones de personas nos jugamos las castañas. A fin de cuentas, de Aena salió la propuesta de meter nuestros recintos en un saco común, dejándonos de igual a igual con Vigo, A Coruña, Murcia, Lleida, Jerez o Sabadell, territorios que gozan de alternativas de movilidad por carretera de máxima categoría.
Entre Lanzarote y Fuerteventura se superará este año la barrera de las 100.000 operaciones aéreas. Y a nivel de viajeros, se estará cerca de los 15 millones de usuarios. Son números más que respetables para una plantilla con apenas 30 especialistas. Por ende, ya se tarda en mediar, aportar y solucionar. Con las tasas que nos cobran, de sobra que da.
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