El otro día le preguntaban a un joven concejal del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, los motivos por los que no está previsto, ... tal y como estaba acordado, que las viejas instalaciones militares del Canarias 50 pasen a formar parte del patrimonio colectivo de la ciudad, es decir, que sea un espacio público verde, deportivo, lugar de esparcimiento en un barrio que no puede presumir de muchos, precisamente, salvando la plaza del Pueblo o el parque de La Luz, claramente insuficientes.
Este joven concejal, que habla muy bien, pero que no dice gran cosa, se enrolló explicando aquello de que «la capital no puede darle la espalda a un problema global que también nos afecta a nosotros, como ciudad tolerante, abierta, ejemplo de acogida» y todos esos rollos aprendidos que no solucionan nada. No son sospechosos los vecinos de La Isleta de no ser tolerantes, precisamente.
No se puede confundir una reivindicación justa, como recuperar esos terrenos militares, con un mensaje inexistente de xenofobia. Lo que en un principio iba a ser un recurso temporal de emergencia, ahora los de siempre (politiquillos, cómo no), pretenden convertirlo en un espacio permanente, robándole ese preciado espacio a los vecinos.
Es lo pactado en 2019, aunque ahora más de uno (y una) se hagan los locos. Hoy hay una concentración organizada en Manuel Becerra para, entre otras cosas, exigir que la alcaldesa pueda dar, al fin, la cara sobre este tema. Pero Carolina Darias, de momento, parece no estar para estas banalidades. Ni para escuchar a los usuarios de Las Canteras que también le piden una reunión. Era más fácil hablar con ella cuando era ministra.
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