Fútbol versus béisbol
Dejamos atrás un derbi con mucha emoción y, desafortunadamente, poco fútbol. La Unión Deportiva Las Palmas no está para realizar muchas maravillas, ni con Jiménez ayer ni con Herrera hoy, pero es cierto que puso mucho más en el campo de Siete Palmas que un Club Deportivo Tenerife muy desorientado al que salvó un enorme error arbitral: el colegiado vio penalti en la acción de David García, que en ningún caso tocó el balón con la mano. El árbitro Gorka Saguéz Ozcos entendió que sí, señaló la pena máxima y envió al capitán amarillo, injustamente, a la ducha. Un fallo precedido de otro no menor disparate: en la misma jugada el futbolista de la UD Timor debió enfilar el camino de los vestuarios por su brutal entrada a Nano. No resultó considerada ni tarjeta amarilla.
Estas semanas se ha hablado mucho del fútbol canario, de las ambiciones y frustraciones de sus dos clubes más representativos, situados muy lejos de los objetivos señalados al comienzo de la actual temporada, de glorias pasadas y del empeño de sus respectivas aficiones en regresar a la primera división. Y de, mientras tanto, al menos ganarle al otro equipo canario, como singular consuelo, aunque finalmente se tuvieran que contentar con unas tablas que no resuelven sus problemas clasificatorios: Las Palmas se aleja semana a semana de la cabeza, el Tete sigue situado demasiado cerca del abismo.
El fútbol que hacen ambos equipos se parece bien poco al hilvanado, de pase, de finos centrocampistas y buenos regateadores, de importante prevalencia de la cantera, que nos ha caracterizado en diversas etapas de nuestra historia. Especialmente con la UD de los sesenta/setenta, inicialmente con diez canarios -entre ellos Germán, Tonono, Castellano, Guedes, Mamé León, Martín Marrero o los Gilbertos- y un vasco (Oregui/Ulacia) en la portería, y luego con la incorporación de jugadores argentinos de enorme talento y calidad (Carnevali, Wolff, Brindisi...).
Ritmo y estilo. Como señala Germán Dévora en mi libro El fútbol canario. Identidad, Valerón y otros desmarques, «teníamos nuestro ritmo propio y nuestro estilo propio, que resultaba aparentemente cadencioso, pero cuando queríamos darle velocidad al balón, se la dábamos. Técnicamente nuestro fútbol siempre ha sido superior al peninsular, de eso tengo pocas dudas. Ellos podrían tener más fuerza, más garra o más velocidad, pero a nivel técnico los superábamos».
En la misma obra, el periodista Vicente Llorca mostraba su confianza en que es posible mantener la idiosincrasia de nuestro fútbol pese a la galopante globalización. «Así pasen los años, una manera de jugar a la pelota se sigue calificando como «fútbol canario». De hecho, el fútbol que ahora se idolatra tiene las esencias del nuestro: hacer arte con el balón, o al menos intentarlo, con los añadidos que obligan los tiempos, es decir, más velocidad, mejor preparación física...».
También el Tenerife de los años noventa del pasado siglo, eso sí con una muy escasa cuota de canteranos, en muchos partidos la presencia canaria llegó a ser prácticamente nula, ofreció un buen nivel de fútbol. Con entrenadores de la talla de Valdano o Heynckes, y futbolistas que dieron grandes jornadas de gloria, entre ellos Redondo, Chemo del Solar o Chano. Incomprensiblemente, el grancanario Alexis Trujillo no triunfaría en el Heliodoro, pero sí lo haría durante un largo período en el Betis.
La última vez que vimos algo parecido, me refiero a fútbol de muchos quilates, fue en la etapa de Quique Setién en la Unión Deportiva, donde el equipillo brilló y maravilló en todos los campos de la Liga. En el que dimos un auténtico e inolvidable baile al Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Y en el que buena parte del conjunto habitual lo integraban canteranos.
Pero eso es ya pasado. Un pasado que, reconozco, se me vuelve a aparecer irremediablemente cuando disfruto viendo esta temporada al Betis, que no hace mucho dio un verdadero baño de fútbol de precisión y toque al Barcelona en el mismo Camp Nou. Jugando bien y ganando. Y que es actualmente uno de los equipos que practica un fútbol más preciosista.
En Canarias el fútbol hace tiempo que es predominante entre los distintos deportes. Mucho antes de la globalización y del dominio pleno de las televisiones. No ocurrió así en otros lugares, como Cuba, muy influidos por los cercanos Estados Unidos, y que convirtió al béisbol en su deporte nacional.
Casa canaria.El reciente fallecimiento del que durante décadas ha sido el presidente de la Casa Canaria Leonor Pérez Cabrera en La Habana, Carmelo González, me hizo recordar el improvisado debate sobre fútbol y béisbol mantenido en su despacho en el verano de 2015. Entrevistaba entonces a González cuando apareció por el lugar Juan Luis Suse Bilbao, más conocido como Colás, habitual visitante de Canarias, especialmente del sureste de la isla de Gran Canaria, que en su juventud fue un destacado jugador de béisbol. Tras su retirada ocupó distintos puestos de responsabilidad en el seno de la federación cubana de este deporte.
Se estableció entonces una apasionada discusión de la que fui testigo junto a mis hijos Himar y Gara, sobre si el Gobierno cubano beneficiaba a alguna de las dos modalidades deportivas. Para Colás, que falleció el pasado año, resultaba evidente el descarado apoyo al fútbol por parte de las autoridades de su país y el consiguiente abandono de una de las señas nacionales. Para Carmelo eso era absolutamente incierto y se seguía potenciando el béisbol desde las altas instancias políticas, frenando el crecimiento del balompié.
La controversia sigue abierta en la isla caribeña y parece que el fútbol se abre paso entre las preferencias de los ciudadanos y ciudadanas. Lo que pudimos observar en la calle, con muchos niños practicándolo. Así, todas las tardes veíamos, al lado de la embajada estadounidense, en la Plaza Antiimperialista José Martí, en el Vedado, a decenas de pibes jugando al fútbol. Eso se reproduce también con el significativo seguimiento de las retransmisiones televisivas de los partidos de las grandes ligas y competiciones internacionales relevantes. Y se impone, claramente, en las preferencias de las jóvenes generaciones.
Volviendo a Canarias, aquí no tenemos esa polémica entre fútbol y béisbol. El primero siempre se ha llevado todas las atenciones. El debate, cuando existe, es entre el buen fútbol y el que aburre hasta las ovejas. Y, al menos de momento, en la anterior y en esta temporada, en los finales de esta segunda década del siglo XXI, la excelencia y la belleza no aparecen por ninguna parte. Mal fútbol y pobres resultados.
Vendrán, eso espero, tiempos mejores.