Tres apuntes para cerrar la semana
Televisión de reposiciones. Silvia Intxaurrondo, la periodista que puso contra las cuerdas a Alberto Núñez Feijóo en las anteriores elecciones con algo tan sencillo ... como advertirle de que lo que acaba de contar en una entrevista no era cierto, ha vuelto a la franja matinal de Televisión Española este mes de agosto. Su caso es una gota en el océano televisivo nacional, donde los programadores de las cadenas parecen convencidos de que en los meses estivales los espectadores no encienden el televisor. Nadie cuestiona que las estrellas de la pequeña pantalla tienen derecho a las vacaciones, pero no se explica el desprecio a la audiencia rellenando las parrillas con repeticiones de programas. Y menos se justifica en las franjas de mayor audiencia. Así como La 1 ha hecho una excepción plausible con ese retorno de Intxaurrondo en agosto, por las noches está repitiendo por enésima ocasión el espacio que tira del archivo musical del ente con comentarios oídos hasta la saciedad en boca de Santiago Segura. Si se sintoniza el 24 Horas, la cosa va de mal en peor, porque cada media hora las noticias son las mismas, con igual audio, igual sonido e igual montaje... Después los profesionales de la tele pública son los primeros que se quejan de la externalización de programas pero si ellos no ocupan el espacio de la actualidad, alguien deberá hacerlo.
Aniversario nuclear. El 80 aniversario de las bombas de Hiroshima y Nagasaki ha coincidido con un momento especialmente tenso en la geopolítica mundial, con el resurgimiento de dos bloques antagónicos que amenazan sin tapujos con presionar el botón nuclear. Da la sensación de que no hemos aprendido nada de lo que pasó en Japón y, sobre todo, que se nos olvida que ahora los arsenales nucleares tienen capacidad sobrada para mandar el planeta al garete. Mientras, Naciones Unidas sigue con un espectador mudo que pierde el tiempo en reuniones de su Consejo de Seguridad para acabar en lo de siempre:los vergonzosos vetos cruzados.
Acuerdo comercial. La presidenta de la Comisión Europea selló un acuerdo comercial con EE UU que a día de hoy es una incógnita. Primero, porque Bruselas ha sido incapaz de explicar la letra pequeña de lo suscrito y, en paralelo, porque Trump es una caja de sorpresas y cada día saca un conejo de la chistera. Si la historia es como la cuenta el mandatario de EE UU, con un compromiso oculto de compra de bienes y servicios, Von der Leyen ya está tardando en dar la cara. Y quizás en dimitir.
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