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Ya es casualidad que el mismo día que se llega a un acuerdo entre el Gobierno y los agentes sociales en materia de regulación de ... las jubilaciones, en los Juegos Olímpicos de París asistamos al empeño de un deportista de élite en no retirarse, a pesar de las sobradas evidencias de que el cuerpo ya no está para el ritmo que se exige en las competiciones de altísimo nivel.
Sí, me refiero a Rafael Nadal y lo ocurrido el pasado miércoles. Y lo hago asumiendo que entre su legión de seguidores hay muchos que consideran un delito de lesa patria cuestionar su derecho a continuar en las pistas por los siglos de los siglos. Pero ese no es mi 'amén'.
El tiempo y los esfuerzos pasan factura y es parte de la condición humana que Rafael Nadal ya no esté para ciertos trotes. En el caso del tenis profesional, es más que evidente hace casi dos años. Pero es que en los Juegos cada plaza vale oro, se obtenga o no medalla o diploma, de manera que los dirigentes olímpicos y las respectivas federaciones deben calibrar muy bien quiénes van y quiénes no. Y visto lo visto, a Nadal se le regaló la plaza, a sabiendas de que eso significaba dejar fuera a otro tenista, quizás a uno de esos jóvenes que aspiraban a estrenarse en las lides olímpicas.
En categoría individual, el partido ante Djokovic fue la evidencia palmaria de que Nadal no estaba para esas lides. Pero en dobles, salvo algunos destellos, la sensación general fue la de un Nadal que lastraba las opciones de Alcaraz, que vio cumplido su sueño de jugar con la persona que tenía como referente, pero que también vio cómo por eso mismo se esfumaba su opción de una presea en esa categoría.
Saber retirarse cuando llega el momento es algo que debe enseñarse a todo deportista de élite y que es exigible su aplicación a él y a su entorno. Viendo cómo Nadal cuenta con un equipo que incluye alguna gloria del pasado tenístico español, cabe preguntarse si es que no se han atrevido a planteárselo o es que el manacorí no ha hecho caso. Y,sinceramente, no sé cuál de las dos opciones es peor.
El miércoles, tras el fiasco en doble, había algún medio de comunicación de ámbito nacional que titulaba en plan tremendista en su edición digital:«Drama nacional», se llegó a leer... Seamos realistas: el drama es no asumir la realidad, no querer ver lo que hay y vivir de la ilusión.
Ese Nadal que ya fue medallista en los Juegos, que fue abanderado de su país y que tuvo una participación estelar en la ceremonia inaugural de París, merece un adiós a su altura. Y no lo de esta semana.
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